LA TEMPERANCIA CRISTIANA

La temperancia cristiana tiene que ver con todas las facetas de nuestra vida aquí en la tierra y reconoce la íntima relación que existe entre los aspectos espiritual, mental y físico de nuestro ser. La condición del cuerpo afecta a la mente, y la condición de la mente no sólo afecta el cuerpo sino también a nuestra relación espiritual con Dios. La verdadera temperancia puede definirse como prescindir absolutamente de todas las cosas que son perjudiciales y hacer uso prudente de aquellas que son saludables. El principio general acerca de la temperancia en todas las cosas ha sido delineado en la Palabra de Dios. 1 Corintios 10:31; 2 Pedro 1:5–8.

Una Lección de los Atletas Griegos

“Al referirse a estas carreras [griegas] como figura de la lucha cristiana, Pablo recalcó la preparación necesaria para el éxito de los contendientes en la carrera: la disciplina preliminar, el régimen alimenticio abstemio, la necesidad de temperancia. ‘Y todo aquel que lucha — declaró— de todo se abstiene’. Los corredores renunciaban a toda complacencia que tendería a debilitar las facultades físicas, y mediante severa y continua disciplina, desarrollaban la fuerza y resistencia de sus músculos, para que cuando llegase el día del torneo, pudieran exigir el mayor rendimiento a sus facultades. ¡Cuánto más importante es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego, sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios! Nunca debe permitir que su atención sea distraída por las diversiones, los lujos o la comodidad. Todos sus hábitos y pasiones deben estar bajo la más estricta disciplina. La razón, iluminada por las enseñanzas de la Palabra de Dios y guiada por su Espíritu, debe conservar las riendas del dominio. . .

“Pablo presenta el contraste entre la perecedera guirnalda de laurel recibida por el vencedor de las carreras pedestres, y la corona de gloria inmortal que recibirá el que corra triunfalmente la carrera cristiana. ‘Ellos, a la verdad —declara— para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible’. Para obtener una recompensa perecedera, los corredores griegos no escatimaban esfuerzo i disciplina. Nosotros estamos luchando por una recompensa infinitamente más valiosa, la corona de la vida eterna. ¡Cuánto más cuidadoso debería ser nuestro esfuerzo, cuánto más voluntario nuestro sacrificio y abnegación!” —Los Hechos de los Apóstoles, págs. 250, 251.

La Reforma Pro Salud desde una Perspectiva Bíblica

Del mismo modo que una mente saludable es en gran medida desarrollada en un cuerpo saludable, la reforma pro salud tiene su lugar en el plan de redención. Eclesiastés 10:17; 3 Juan 2; 1 Tesalonicenses 5:23. La Palabra de Dios ruega para que no sólo tengamos buen cuidado de nuestras almas sino también de nuestros cuerpos. Romanos 12:1; 1 Corintios 3:16, 17; 9:25, 27.

Los principios generales relacionados al comer y el beber, y a algo que pueda afectar nuestra salud física, mental o espiritual, están delineados en la Palabra de Dios. 1 Corintios 10:31. Como parte del mensaje del tercer ángel, la reforma pro salud está tan estrechamente relacionada con él como lo está el brazo derecho con el cuerpo (compárese con Apocalipsis 14:12; 2 Pedro 1:6). Éxodo 15:26; Proverbios 3:7, 8; 4:20–22.

La reforma pro salud está conformada por el uso moderado de las cosas buenas. La verdadera temperancia requiere la abstinencia completa de todas las cosas que son perjudiciales al sistema, como: carnes (incluso peces), grasa animal, químicos perjudiciales agregados a los alimentos precocidos (como el glutamato monosódico), bebidas alcohólicas, té, café, bebidas cafeinadas, tabaco y narcóticos. Debido a que la lista más larga todavía estaría incompleta, damos sólo algunos ejemplos. Cientos de nuevos productos son lanzados al mercado año tras año; por lo tanto, cada uno debe investigar por sí mismo cuáles deberán ser rechazados. Ver ejemplos en Jueces 13:4, 7; Daniel 1:8, 12–16, 20.

También se condenan en la Palabra de Dios los excesos matrimoniales y todas las formas de perversión sexual. 1 Tesalonicenses 4:3–5; 2 Corintios 7:1; Romanos 1:24, 26, 27; 13:11–14; 1 Pedro 4:2, 3.

“Si hubo alguna vez un tiempo en que la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a excitar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser trasladados al cielo. Cuando menos excitante sea nuestra alimentación, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física, intelectual o moral”.—Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 259.

“Dios exige que sus hijos se limpien a sí mismos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor del Señor. Todos los que sean indiferentes y se disculpen por no hacer esta obra, esperando que el Señor haga por ellos lo que él exige que ellos hagan por sí mismos, serán hallados faltos cuando los mansos de la tierra, que han puesto por obra sus juicios, sean escondidos en el día de la ira del Señor”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 37.

“Todos los que ocupaban puestos de responsabilidad sagrada debían ser hombres estrictamente temperantes, para que tuviesen lucidez para diferenciar entre lo bueno y lo malo, firmeza de principios y sabiduría para administrar justicia y manifestar misericordia. La misma obligación descansa sobre cada discípulo de Cristo. El apóstol Pedro declara: ‘Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido’. (1 Pedro 2: 9). Dios requiere que conservemos todas nuestras facultades en las mejores condiciones, a fin de poder prestar un servicio aceptable a nuestro Creador”.—Patriarcas y Profetas, pág. 377.

“El cumplimiento estricto de los requerimientos de Dios es benéfico para la salud del cuerpo y de la mente. A fin de alcanzar la más alta norma de conquistas morales e intelectuales, es necesario buscar sabiduría y fuerza de Dios, y observar una estricta temperancia en todos los hábitos de la vida”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 36.

“Deseamos presentar la temperancia y la reforma pro salud desde un punto de vista bíblico, y debemos ser muy cuidadosos para no ir a los extremos y propiciar en forma abrupta esta reforma. Seamos cuidadosos para no injertar en la reforma pro salud ni un solo pimpollo de acuerdo con nuestras propias ideas peculiares y exageradas, e introducir en su trama nuestros propios rasgos fuertes de carácter, haciendo de nuestras cosas la voz de Dios, y juzgando a todos los que no ven las cosas como nosotros las vemos”.— Mensajes Selectos, tomo 3, pág. 325.

“La reforma pro salud es un ramo de la gran obra que ha de preparar a un pueblo para la venida del Señor. Está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. La ley de los Diez Mandamientos ha sido considerada livianamente por los hombres, pero el Señor no quiso venir a castigar a los transgresores de dicha ley sin mandarles primero un mensaje de amonestación. . . Los hombres y las mujeres no pueden violar la ley natural, complaciendo un apetito depravado y pasiones concupiscentes, sin violar la ley de Dios. Por lo tanto, el Señor ha permitido que sobre nosotros resplandezca la luz de la reforma pro salud, para que veamos el pecado que cometemos al violar las leyes que él estableció en nuestro ser”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 81.

“En los Diez Mandamientos, Dios ha establecido las leyes de su reino. Cualquier violación de las leyes de la naturaleza es una violación de la ley de Dios”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 1, pág. 1119.

“Las leyes que gobiernan la naturaleza física son tan verdaderamente divinas en su origen y carácter como la ley de los diez mandamientos. El hombre está maravillosamente hecho; porque Jehová ha escrito su ley con su propia mano poderosa en cada parte del cuerpo humano.

“Sea que violemos las leyes de nuestro ser o infrinjamos uno de los diez mandamientos, pecamos, porque no podemos hacerlo sin quebrantar la ley de Dios.

“El ser humano que es descuidado e imprudente en los hábitos y prácticas que envuelven su salud y vida física, peca contra Dios.

“Una violación de estas leyes es una violación de la ley inmutable de Dios, y el castigo seguirá ciertamente”.—Healthful Living, pág. 21.

La temperancia cristiana envuelve completamente nuestro estilo de vida y bienestar. Sobre este asunto recomendamos la lectura de los siguientes libros: El Ministerio de Curación, Consejos sobre la Salud, Consejos sobre el Régimen Alimenticio, La Temperancia, Christian Temperance and Bible Hygiene, y Healthful Living.

Nuestros Cuerpos

El cuerpo humano es el templo del Espíritu Santo. 1 Corintios 3:16, 17; 6:19, 20. Por lo tanto, es nuestro deber ante Dios, no sólo tener mucho cuidado conservando nuestra salud espiritual, sino también nuestra salud física. Todos los que son guiados por el Espíritu Santo se conformarán a los principios de la temperancia cristiana, que es uno de los frutos del Espíritu. Hechos 24:25; Gálatas 5:22, 23.

El Uso de la Carne en los Últimos Días

Aunque el uso de la carne de “animales limpios” fue tolerado en los días de los apóstoles, es el propósito del evangelio restaurar todas las cosas a su pureza original, incluyendo la dieta edénica. Hechos 3:19–21. Así como el Señor quería que su pueblo dejara el uso de la carne antes de entrar en la tierra de Canaán, requiere ahora que desechemos todas las comidas de carne en el tiempo del fin como parte de nuestra preparación para la venida de Cristo y para la Canaán celestial. Números 11:4–20, 31–34; Salmos 78: 17–32; 106:14, 15; 1 Corintios 10:5, 6, 11 (compárese con Isaías 22:12–14, 20–22; Apocalipsis 3:7, 8). Isaías 22:12–14 tiene una aplicación especial durante el día antitípico de expiación que empezó en 1844.

Los que persisten comiendo carne de cerdo, conejos, ratas, y otras abominaciones y/o cosas prohibidas, mientras son conscientes de la prohibición, serán destruidos. Levítico 11:7; Isaías 66:15–17 (compárese con 2 Tesalonicenses 1:7–9); Hechos 15:20; Levítico 3:17.

Las instrucciones provenientes del Espíritu de Profecía acerca de comer carne en estos últimos días están en armonía con la Biblia:

“Ud. preguntará: ¿Eliminaría Ud. completamente el consumo de carne? Contesto: Con el tiempo llegaría a eso, pero no estamos preparados para dar este paso precisamente ahora. Con el tiempo se descartará del todo el consumo de carne. La carne de animales no compondrá más una parte de nuestro régimen, y miraremos las carnicerías con disgusto”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 488.

“Ninguna clase de carne será usada por su pueblo”.—Ídem, pág. 488.

“Los que esperan la venida del Señor, con el tiempo eliminarán el consumo de carne; la carne dejará de formar parte de su régimen. Siempre debiéramos tener este fin en cuenta, y esforzarnos para avanzar firmemente hacia él. No puedo pensar que en la práctica del consumo de carne nos hallemos en armonía con la luz que a Dios le ha agradado darnos”.— Ídem, pág. 454.

“El régimen a base de carne es un asunto serio. ¿Vivirán los seres humanos a base de carne de animales muertos? La respuesta, por la luz que Dios me ha dado es: ‘No, decididamente no’ ”.—Ídem, págs. 463, 464.

Aunque la luz sobre la reforma pro salud ya había sido dada al pueblo de Dios, y los fundamentos principales de por qué debía desecharse el comer carne habían sido definidos, al final del siglo (1899–1900) el pueblo del Advento aún no estaba preparado para aceptar toda la luz sobre el asunto del régimen. “Hermano mío, Ud. no está llamado a establecer una norma para el pueblo de Dios, en lo referente al régimen”.— Ídem, pág. 241.

“Los que usan carne desatienden todas las advertencias que Dios ha dado concerniente a esta cuestión. No tienen evidencia de que andan en sendas seguras”.—Ídem, pág. 458.

“En este momento de la historia de la tierra, comer carne es deshonrar a Dios. Por comer carne y beber licor es que el mundo está como en los días de Noé”.—Bible Training School, 1 de julio de 1902.

“Muchos que están hoy solamente medio convertidos con respecto al consumo de carne abandonarán el pueblo de Dios para no andar más con él”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 456.

“El pueblo de Dios ha de tomar una posición firme en contra del consumo de carne”.—Ídem, pág. 457.

“Es para el propio bien de la iglesia remanente por lo que el Señor le aconseja a ella que descarte el uso de la carne, el té y el café, así como otros alimentos perjudiciales. Hay abundancia de otras cosas que podemos usar, para sostener nuestra vida, que son sanas y buenas”.—Ídem, pág. 455.

En 1909 la iglesia fue instruida a no “hacer del uso de la carne una prueba de comunión” (9T 159), porque muchos ministros y dirigentes todavía eran consumidores de carne (9T 160). Por esta razón, el régimen estrictamente vegetariano no podía imponerse como una prueba para los nuevos miembros. “Aún no ha llegado el tiempo de prescribir el régimen más estricto” —Testimonies, tomo 9, pág. 163.

No obstante, fue predicho al mismo tiempo, un paso más avanzado, que exigiría el abandono de artículos impropios para el régimen:

“Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos. Dios pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto”.—Ídem, pág. 41.

Una vez que la venida de Cristo está ahora tan cercana, creemos que hemos alcanzado un tiempo cuando aquellos que “quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos”. Por lo tanto, los que son medio convertidos, que todavía quieren comer carne, no pueden unirse con el pueblo remanente de Dios (CD 382). Es evidente para nosotros que llegó “el tiempo de prescribir el régimen más estricto”.

Una Reforma Progresiva en el Régimen Alimenticio

“La reforma alimenticia debe ser progresiva. A medida que van aumentando las enfermedades en los animales, el uso de la leche y los huevos se vuelve más peligroso. Conviene tratar de sustituirlos con comestibles saludables y baratos. Hay que enseñar a la gente por doquiera a cocinar sin leche ni huevos en cuanto sea posible, sin que por esto dejen de ser sus comidas sanas y sabrosas”.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 436.

A medida que las enfermedades entre los animales aumentan en proporción al aumento de la maldad entre los hombres y mujeres, es ahora evidente que el uso de productos animales ya no es seguro.

“Sea progresiva la reforma alimentaria. Enséñese a la gente a preparar alimentos sin mucho uso de leche o mantequilla. Expliquémosle que llegará pronto el tiempo en que será peligroso usar huevos, leche, crema o mantequilla, porque las enfermedades aumentan proporcionalmente a la maldad que reina entre los hombres. Se acerca el tiempo en que, debido a la iniquidad de la especie caída, toda la creación animal gemirá bajo las enfermedades que azotan nuestra tierra.”—Testimonios, tomo 7, págs. 132, 133.

Restauración del Régimen Original

Al principio del mundo, antes de la entrada del pecado, Dios dijo a nuestros primeros padres:

“He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (Génesis 1:29).

“Los cereales, las frutas carnosas, las oleaginosas y las legumbres constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador”.—El ministerio de curación, pág. 228.

“Cuando se deja la carne hay que substituirla con una variedad de cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que sea nutritiva y agradable al paladar”.—Ídem, pág. 244.

“Una y otra vez se me mostró que Dios está tratando de guiarnos de vuelta, paso a paso, a su plan original: que el hombre subsista a base de productos naturales de la tierra”.— Consejos sobre el Régimen Alimenticio, págs. 453, 454.

“Los principios morales, aplicados estrictamente, son la única salvaguardia del alma. Si hubo alguna vez un tiempo en que la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a excitar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser trasladados al cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimentación, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física, intelectual o moral”.—Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 259.

Aquellos que insisten en que comer carne no está prohibido en la Biblia, aunque ésta no lo aprueba (Proverbios 23:20; Romanos 14:21; compárese con Santiago 4:17), deben comprender que “al principio no fue así” (Mateo 19:8), que no será así cuando se complete la obra de restauración (Hechos 3:21), y cuando todas las cosas sean hechas nuevas (Apocalipsis 21:5).

“En el tiempo del fin, ha de ser restaurada toda institución divina”.— Profetas y Reyes, pág. 501.

En el Reino de Gloria

En la tierra hecha nueva, después que la maldad haya sido destruida, incluso los animales carnívoros (consumidores de carne) serán todos herbívoros (se alimentarán de plantas), como era al principio. Génesis 1:30; Isaías 11:4–9; 65:25; Ezequiel 47:12.

Tratando con la Enfermedad

Somos propiedad de Dios por la creación (Génesis 1:27; 2:7) y por la redención (1 Corintios 6:19, 20). El hombre fue hecho del polvo a la propia imagen de Dios. Esta maquinaria viviente se compone de tres elementos —cuerpo, alma y espíritu— que son gobernados por leyes naturales específicas. Es el plan de Dios santificarlos y conservarlos irreprensibles. 1 Tesalonicenses 5:23. Toda persona debe tener conocimiento del cuidado de su cuerpo que es el templo de Dios. La vida y la salud son dones de Dios para nosotros.

La enfermedad es el resultado del abuso de nuestro cuerpo. En tal caso, debe determinarse la causa, debe cambiarse el entorno perjudicial, y corregirse los malos hábitos. Entonces debe ayudarse a la naturaleza a eliminar las toxinas y restablecer el equilibrio en el cuerpo. Tanto en la prevención como en el tratamiento de las enfermedades, el mejor método es usar los remedios naturales que Dios nos ha suministrado, como el régimen alimenticio, la higiene, el aire puro, la luz del sol, la abstención, el descanso, el ejercicio, el agua, las hierbas, la arcilla, y la confianza en el poder divino. Génesis 1:29; 3:18; 2 Pedro 1:6; Marcos 6:31; Génesis 2:15; 2 Reyes 5:10, 14; 20:7; Juan 9:6, 7; Salmo 103:2, 3; Mateo 8:6–13; Marcos 5:25–34; Lucas 5:20, 24, 25; Salmo 104:14.

“A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: ‘No peques más, porque no te venga alguna cosa peor’ (Juan 5:14). Así enseñó que la enfermedad es resultado de la violación de las leyes de Dios, tanto naturales como espirituales. El mucho sufrimiento que impera en este mundo no existiría si los hombres viviesen en armonía con el plan del Creador”.—El Deseado de Todas las Gentes, págs. 763, 764.

“Muchos podrían recuperarse sin una pizca de medicina si hicieran realidad las leyes de la salud. Las drogas rara vez deben ser usadas”.—Medical Ministry, pág. 259.

“Rechazamos los medicamentos tóxicos y estamos en contra de todas las vacunaciones”, está escrito en los Principios de Fe de los ASDMR, y se aclara como sigue:

El consejo para usar los métodos preventivos y curativos naturales no debe confundirse con problemas de salud agudos. Las emergencias deben ser tratadas por los profesionales médicos. Consideremos la advertencia:

“Elevaré la voz contra los novicios que aseveran tratar las enfermedades de acuerdo con los principios de la reforma pro salud. No permita Dios que seamos objeto de experimentación”.—Testimonios, tomo 2, pág. 335.

La razón principal de por qué el Señor nos envió luz sobre los principios de la reforma pro salud es que, desde 1844, hemos estado viviendo en el antitípico Día de Expiación (Daniel 8:14), cuando nuestros cuerpos deben ser presentados como “un sacrificio vivo, santo, agradable hacia Dios”. Romanos 12:1.

“En su práctica, los médicos deberían procurar disminuir cada vez más el empleo de las drogas en vez de acrecentarlo. Cuando la doctora A acudió al Instituto para la Salud dejó de lado sus conocimientos y sus prácticas de la higiene y administró las pequeñas dosis homeopáticas para casi cada enfermedad. Esto iba en contra de las instrucciones que Dios había dado. De este modo nuestro pueblo, que había sido enseñado a evitar las drogas en casi todas sus formas, estaba recibiendo una educación diferente”.—Mensajes Selectos, tomo 2, págs. 322, 323.

La Indumentaria y los Cosméticos

Dado que Dios tiene en vista la salud del ser humano entero, todos los artículos de vestimenta que tienen un definitivo efecto adverso sobre nuestra salud son claramente prohibidos en la palabra de Dios. Por ejemplo: algo que restringe la libre respiración, que causa una curvatura de la columna o cualquier deformidad del cuerpo, y los elementos químicos malsanos a menudo colocados sobre el cuerpo, como los cosméticos y aquellos usados para teñir el cabello. Éxodo 15:26.

La Indumentaria Sana

“Para conseguir la ropa más saludable, hay que estudiar con mucho cuidado las necesidades de cada parte del cuerpo y tener en cuenta el clima, las circunstancias en que se vive, el estado de salud, la edad y la ocupación. Cada prenda de indumentaria debe sentar holgadamente, sin entorpecer la circulación de la sangre ni la respiración libre, completa y natural. Todas las prendas han de estar lo bastante holgadas para que al levantar los brazos se levante también la ropa”.—El Ministerio de Curación, pág. 225.

“El sufrimiento causado entre las mujeres por el vestido malsano no puede ser estimado. Muchas se han vuelto inválidas de por vida a través de su complacencia con las exigencias de la moda. Han sacrificado la salud y la vida a la insaciable diosa. Muchas parecen pensar que tienen derecho a tratar sus cuerpos como a ellas les agrada; pero se olvidan que sus cuerpos no son suyos propios. El Creador que las formó tiene derechos sobre ellas los cuales no pueden ser tomados a la ligera. Toda transgresión innecesaria de las leyes de nuestro ser es virtualmente una transgresión de la ley de Dios, y es pecado a la vista del cielo. El Creador supo formar el cuerpo humano. No necesitó consultar a los modistas con respecto a sus ideas de belleza. Dios, que creó todo lo que es encantador y glorioso en la naturaleza, conocía cómo hacer la figura humana bella y saludable. Las mejoras modernas a su plan insultan al Creador. Ellas deforman lo que él hizo perfecto”.— Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 87, 88.

“Muchos que profesan creer en los Testimonios viven descuidando la luz dada. La reforma de la indumentaria es tratada por algunos con gran indiferencia y por otros con desprecio, porque hay una cruz unida a ella. Por esta cruz doy gracias a Dios. Es justo lo que necesitamos para distinguirnos y separarnos del mundo como un pueblo que guarda los mandamientos de Dios. La reforma en el vestuario corresponde en nosotros a la cinta azul del Israel antiguo. El orgulloso, y los que no tienen amor por la sagrada verdad, que los separará del mundo, lo demostrarán por sus obras. Dios en su providencia nos ha dado la luz sobre la reforma pro salud, para que podamos comprender todas sus orientaciones, seguir la luz que trae, y por la correcta relación con nosotros mismos vivir teniendo salud, a fin de que glorifiquemos a Dios y seamos una bendición para los demás”.—Testimonies, tomo 3, pág. 171.