LA MAYORDOMÍA

De acuerdo con Salmo 24:1, todo pertenece al Señor. 1 Crónicas 29:11, 12. No importa cuán grandes o pequeñas sean nuestras posesiones, sólo son nuestras porque nos han sido confiadas. Porque de nuestra vida, fuerza, habilidad, tiempo, talentos, oportunidades y medios, debemos dar cuenta a Dios. 1 Corintios 4:1, 2; Mateo 25:14–30.

“Los hombres . . . piensan que pueden utilizar sus recursos financieros en la forma como les plazca, independientemente de lo que el Señor ha ordenado y de las necesidades de su prójimo. Se olvidan que todo lo que reclaman como suyo tan sólo les ha sido confiado”.—Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 118.

“No nos ha sido dado nuestro dinero para que pudiéramos honrarnos y glorificarnos a nosotros mismos. Como fieles mayordomos, hemos de usarlo para honra y gloria de Dios. . . Todo lo que poseemos es del Señor y somos responsables ante él del uso que le demos. En el empleo de cada centavo se verá si amamos a Dios por encima de todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

“El dinero tiene gran valor porque puede hacer mucho bien. En manos de los hijos de Dios es alimento para el hambriento, bebida para el sediento, y vestido para el desnudo. Es una defensa para el oprimido y un medio de ayudar al enfermo. Pero el dinero no es de más valor que la arena, a menos que sea usado para satisfacer las necesidades de la vida, beneficiar a otros, y hacer progresar la causa de Cristo”.— Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 286.

“Entreguémonos a nosotros mismos como un sacrificio vivo y demos nuestro todo a Jesús. Todo le pertenece; somos una posesión adquirida por él. Los que reciben su gracia, los que contemplan la cruz del Calvario, no tendrán duda acerca de la proporción que deben dar, sino que comprenderán que la ofrenda más cuantiosa carece de valor y no puede compararse con el gran don del Hijo unigénito del Dios infinito. Por medio de la abnegación hasta el más pobre encontrará la manera de conseguir algo para devolverlo a Dios”.— Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 211.

Mayordomos Fieles y Sabios

Un mayordomo sabio y fiel es cuidadoso con lo que Dios le ha dado. Mateo 24:45–47; 2 Tesalonicenses 3:10–13; Proverbios 11:24, 25.

Aunque creemos que Jesús viene pronto, también recibimos la instrucción que “si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8). Por lo tanto, como individuos, debemos hacer actualmente provisión para el futuro incierto hasta que venga nuestro Salvador. Lucas 19:13.

El Diezmo

En reconocimiento al derecho de propiedad de Dios sobre todas las cosas, se nos requiere que le devolvamos la décima parte (un diezmo) de todos nuestros ingresos. Levítico 27:30–33; Mateo 23:23; 1 Corintios 9:14. La Biblia enseña que retener el diezmo es una violación del octavo mandamiento (Éxodo 20:15). Malaquías 3:8, 9.

Mediante el sacerdocio según el orden de Melquisedec, Dios todavía exige nuestros diezmos. Hebreos 7:1–8 (compárese con Apocalipsis 1:18). El diezmo del Señor debe devolvérsele regularmente a través de su almacén, la iglesia, en la cuál asiste o es miembro. Deuteronomio 12:5, 6; Nehemías 13:11, 12. Nuestra prosperidad depende de nuestra fidelidad a este principio. Proverbios 3:9, 10; Malaquías 3:10, 11.

“Que cada uno examine periódicamente sus entradas, las que constituyen una bendición de Dios, y aparte el diezmo para que sea del Señor en forma sagrada. Este fondo en ningún caso debería dedicarse a otro uso; debe dedicarse únicamente para el sostén del ministerio evangélico. Después de apartar el diezmo hay que separar los donativos y las ofrendas, ‘según haya prosperado’ Dios”.— Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 86.

“Me ha sido dado un mensaje claro y bien definido para nuestro pueblo. Se me ha pedido que les comunique que están cometiendo un error al dedicar el diezmo a diferentes propósitos que, aunque son buenos en sí mismos, no son los objetivos para los cuales el Señor ha establecido el diezmo. Los que hacen este uso del diezmo se están apartando de las disposiciones del Señor. Dios los juzgará por esto.

“Algunos piensan que el diezmo puede aplicarse a las escuelas. Otros suponen que los colportores deberían ser sostenidos con el diezmo. Pero se comete un grave error cuando el diezmo se aparta del objetivo para el que ha sido destinado: el sostén de los ministros. . . Debería haber ahora en el campo cien obreros bien calificados dónde hay tan sólo uno”.—Obreros Evangélicos, pág. 238.

“Se ha hecho provisión para estos otros ramos de la obra. Deben ser sostenidos, pero no con el diezmo. Dios no ha cambiado; el diezmo todavía ha de usarse para el sostén del ministerio. La apertura de nuevos campos requiere más eficiencia ministerial de la que tenemos ahora, y debe haber medios en la tesorería”.— Testimonies, tomo 9, pág. 250.

“Nuestras asociaciones dirigen su mirada a nuestras escuelas en busca de obreros educados y bien preparados, por lo que debieran prestar a las escuelas el auxilio más generoso e inteligente. Ha sido dada clara luz en cuanto a que aquellos que ministran en nuestras escuelas enseñando la Palabra de Dios, explicando las Escrituras, educando a los alumnos en las cosas de Dios, deben ser sostenidos con el diezmo. Hace mucho que fue dada esta instrucción y recientemente ha sido repetida vez tras vez.”—Joyas de los Testimonies, tomo 2, págs. 473, 474.

“Muchos confesaron que no habían pagado los diezmos durante años; y sabemos que Dios no puede bendecir a los que le roban, y que la iglesia debe sufrir las consecuencias de los pecados de sus miembros individuales”.—Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 100.

“Si todos aceptaran lo que dice la Escritura, y abrieran sus corazones para comprender la palabra de Dios, no dirían: ‘No puedo comprender el asunto del diezmo. No puedo entender que en mis circunstancias tenga que pagar el diezmo’. ‘¿Robará el hombre a Dios?’ El resultado de hacerlo ha sido claramente expresado, y yo no arriesgaría las consecuencias. Todos los que decidan obedecer a Dios de todo corazón, los que no se apoderen de los fondos reservados de Dios —su propio dinero— para pagar sus deudas; los que devuelvan al Señor la parte que él reclama como suya, recibirán la bendición de Dios que se promete a los que le obedecen”.—Ídem, págs. 97, 98.

“Dios reclamaba como propiedad suya una décima parte de todas las ganancias, y consideraba como robo la retención del diezmo”.—Los Hechos de los Apóstoles, pág. 271.

Las Primicias

Así como Dios salvó a los primogénitos de su pueblo escogido en la última plaga en Egipto, exige como suya la primera porción de toda nuestra ganancia. Éxodo 23:19; Levítico 23:10; Proverbios 3:9.

Las Ofrendas Voluntarias

Aunque Dios exige la décima parte de nuestros ingresos como nuestro deber hacia él, nos da las restantes nueve décimas partes para ser usadas según sugiera nuestro amor por él. Un poco de nuestro amor por Dios es revelado en la libertad y alegría con que damos a su causa en la tierra a través de las ofrendas voluntarias, que deben ser proporcionales a nuestra prosperidad. Éxodo 25:2; Deuteronomio 16:16, 17; 1 Crónicas 16:29; Salmo 96:8.

“La benevolencia práctica dará vida espiritual a millares de los que nominalmente profesan la verdad, pero que actualmente lamentan las tinieblas que los circundan. Los transformará de egoístas y codiciosos adoradores de Mammón, en fervientes y fieles colaboradores de Cristo en la salvación de los pecadores”.— Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 366.

“Las contribuciones que se les exigían a los hebreos para fines religiosos y de caridad representaban por lo menos la cuarta parte de su renta o entradas. Parecería que tan ingente leva de los recursos del pueblo hubiera de empobrecerlo; pero, muy al contrario, la fiel observancia de estos reglamentos era uno de los requisitos que se les imponía para tener prosperidad”.—Patriarcas y Profetas, pág. 566.

“Algunos se han disculpado por no ayudar a la causa de Dios debido a sus deudas. Si hubieran examinado detenidamente sus propios corazones, habrían descubierto que el egoísmo era la razón por la que no llevaban ofrendas voluntarias a Dios. Algunos siempre estarán endeudados. Debido a su codicia, la mano prosperadora de Dios no los acompañará para bendecir sus empresas. Aman a este mundo más que a la verdad. No se están disponiendo ni preparando para el reino de Dios”.— Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 98.

“En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debiera el pueblo de Dios dar menos hoy? El principio fijado por Cristo es que nuestras ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los privilegios disfrutados”.—Patriarcas y Profetas, pág. 568.

“Bien, dice uno, siguen llegando los pedidos de dar para la causa. Estoy cansado de dar. ¿Es verdad? Entonces, permítame preguntarle: ¿Está Ud. cansado de recibir de la benéfica mano de Dios? Mientras él no cese de bendecirle, no cesará Ud. de estar bajo la obligación de devolverle la porción que exige. El le bendice a Ud. para que esté en situación de beneficiar a otros. Cuando Ud. esté cansado de recibir, entonces podrá decir: Estoy cansado de tantas invitaciones a dar. Dios reserva para sí una porción de todo lo que recibimos. Cuando se la devolvemos, bendice el resto, pero si la retenemos, tarde o temprano el conjunto resulta maldito. Primero viene el derecho de Dios; todo otro derecho es secundario”.—Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 41, 42.

Los Talentos“Todo lo que tenemos es el Señor. Nuestro dinero, nuestro tiempo, talentos y nosotros mismos, todo le pertenece. Él los ha prestado, para probarnos y examinarnos, y desarrollar lo que está en nuestros corazones. Si exigimos egoístamente como nuestros los beneficios que amablemente Dios nos ha confiado, recibiremos gran pérdida, porque robamos a Dios, y al robarle, nos robamos a nosotros mismos las bendiciones celestiales y la bendición que Cristo dará al obediente y fiel: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’ (Mateo 25:23)”. — The Signs of the Times, 1 de abril de 1875.