LA DIVINIDAD

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”. “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 44:6; 45:22).

La Biblia habla de un Dios único. Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 8:4. En hebreo, el término Dios se usa a menudo en forma plural (Elohiym en lugar del singular Elowahh). Según las Escrituras, la Divinidad (Génesis 1:1, 26; Hechos 17:29; Colosenses 2:9) comprende tres Personalidades Divinas—el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—obrando juntos como uno. Isaías 48:16, 17; Mateo 3:16, 17; 28:19; Juan 14:16, 26; 15:26; 2 Corintios 13:14; Efesios 2:18; Judas 20, 21.

Nuestra fe en la existencia de Dios se basa en la evidencia que él mismo ha proporcionado. La mano de Dios está presente en todas partes — en la naturaleza, en el transcurso de la historia, en nuestra experiencia personal y, ante todo, en su Palabra: la Biblia. Esto puede ser discernido por todos los que desean ver la evidencia por sí mismos. Job 11:7; 2 Crónicas 15:2; Jeremías 29:13; Mateo 5:8; Romanos 1:20; 1 Corintios 2:14, 15.

Algunos de los atributos de la Deidad:

– Eterno: Salmo 90:2; Isaías 40:28; Romanos 1:20.

– Inmortal: 1 Timoteo 1:17; 6:15,16.

– Invisible al hombre pecador: 1 Juan 4:12; 1 Timoteo 1:17.

– Omnipresente (presente en todas partes): Salmo 139:7–12; Jeremías 23:24.

– Omnisciente (conocedor de todo): 1 Samuel 16:7; Salmo 139:2–4; Hebreos 4:13; 1 Juan 3:20.

– Omnipotente (todopoderoso): Job 37:23; 38:1–41; 42:2; Salmo 33:6–9; Mateo 19:26.

– Inmutable (invariable): Salmo 33:11; Malaquías 3:6; Santiago 1:17.

– Santo: Levítico 19:2; Josué 24:19; Salmo 99:9; 1 Pedro 1:16.

– Justo: Esdras 9:15; Jeremías 23:6; Daniel 9:7; Salmo 7:9.

– Misericordioso: Éxodo 34:6; Salmo 103:8; Lamentaciones 3:22; Miqueas 7:18.

– Bueno: Éxodo 33:19; Salmo 34:8; Mateo 19:17; Romanos 2:4.

– Verdad: Deuteronomio 32:4; Salmo 31:5; Isaías 65:16.

– Amor: Juan 3:16; 1 Juan 4:7–11.

“La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión”. —El Ministerio de Curación, pág. 336.

“El Padre no puede describirse mediante las cosas de la tierra. El Padre es toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, y es invisible para los ojos mortales. El Hijo es toda plenitud de la Divinidad manifestada. La Palabra de Dios declara que él es ‘la imagen misma de su sustancia’ (Hebreos 1:3). ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Juan 3:16). Aquí se muestra la personalidad del Padre.

“El Consolador que Cristo prometió enviar después de ascender al cielo, es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, poniendo de manifiesto el poder de la gracia divina a todos los que reciben a Cristo y creen en él como un Salvador personal. Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo”.—El Evangelismo, pág. 446.

“Dios es espíritu; sin embargo, es un Ser personal, pues el hombre fué hecho a su imagen”.—Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 262.

“Cristo dice: Mis ovejas oyen mi voz, y ellas me siguen lejos de los caminos extraviados del pecado. Así como Cristo obró, así debéis obrar. Con ternura y amor buscad guiar el extraviado al camino recto. Esto requerirá de gran paciencia y abnegación, y una manifestación constante del amor perdonador de Cristo. La compasión del Salvador debe ser revelada diariamente. Debe seguirse el ejemplo que él ha dejado. Él tomó sobre su naturaleza inmaculada nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son tentados”. —Medical Ministry, pág. 181.

“Evitad toda cuestión que se relacione con la humanidad de Cristo que pueda ser mal interpretada. La verdad y la suposición tienen no pocas similitudes. Al tratar de la humanidad de Cristo necesitáis ser sumamente cuidadosos en cada afirmación, para que vuestras palabras no sean interpretadas haciéndoles decir más de lo que dicen, y así perdáis u oscurezcáis la clara percepción de la humanidad de Cristo combinada con su divinidad. Su nacimiento fue un milagro de Dios, pues el ángel dijo: ‘Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios’ (Lucas 1:31–35)”. —Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, págs. 1102, 1103.

A. EL PADRE

El Padre es la Primera Persona de la Divinidad. Mateo 3:17; 11:25; Juan 14:28; 15:1, 9; Hechos 1:7; 2 Corintios 1:3; Hebreos 1:1–13; Santiago 1:17.

A través de Cristo y del Espíritu Santo, el Padre es el Creador y Sustentador de todo. Malaquías 2:10; Hebreos 1:1–3; Colosenses 1:14–16; Juan 1:3; Job 26:13; 33:4; Salmo 104:30.

Dios es el Padre de todos los que aceptan a Cristo como su Salvador personal y obedecen a todos sus mandamientos. Mateo 5:48; 6:9; Juan 1:12,13; 20:17; Romanos 8:15–17; 2 Corintios 6:17, 18; 1 Juan 3:24.

El atributo más excepcional del Padre —el cual motivó el plan de salvación— es su amor. Juan 3:16; 1 Juan 4:8–13, 16. Su amor es revelado en nosotros si él mora en nosotros a través del Espíritu Santo. Juan 14:16, 23; Romanos 8:14; 1 Juan 4:16.

“Jesús nos enseña a llamar a su Padre, nuestro Padre. No se avergüenza de llamarnos hermanos. Hebreos 2:11. Tan dispuesto, y ansioso, está el corazón del Salvador a recibirnos como miembros de la familia de Dios, que desde las primeras palabras que debemos emplear para acercarnos a Dios él expresa la seguridad de nuestra relación divina: ‘Padre nuestro’ ”.—El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 89.

“El Anciano de días es Dios, el Padre. El salmista dice: ‘Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios’ (Salmo 90:2). Es él, Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio”.—El Conflicto de los Siglos, pág. 533.

B. EL HIJO

Cristo, la Segunda Persona de la Divinidad (1 Timoteo 3:16; Tito 2:13; Hebreos 1:8), es el eterno y preexistente Hijo de Dios, la “imagen misma” (Hebreos 1:3; Juan 14:7–10) del Padre. Junto con el Padre, él es el principio (Apocalipsis 3:14, Gr. Arche-originador), de todas las cosas. Juan 1:1–3; Colosenses 1:15–17; Hebreos 1:2; Romanos 9:5 (compárese Juan 17:3; 1 Juan 5:20); Isaías 9:6; Juan 6:33. La preexistencia eterna de Cristo es claramente enseñada en la Biblia. Miqueas 5:2; Proverbios 8:22–30; Juan 1:1, 2, 14; 17:5, 24. Una comparación entre Isaías 40:3–5 y Mateo 3:3 demuestra que Cristo es parte de la Divinidad. Ver también Éxodo 3:14 y Juan 8:58.

Como Cristo también es Dios, uno con el Padre e igual que él, también debe ser adorado. Éste no sería el caso si fuera un ser creado o alguien que vino a existencia después del Padre (Apocalipsis 19:10). Juan 10:30; 20:28; Mateo 14:33; Lucas 4:8; Filipenses 2:9–11; Hebreos 1:6; Lucas 24:52.

Sin dejar su divinidad, Cristo aceptó la humanidad y se volvió un hombre en su encarnación, cuando nació de la virgen María. Isaías 7:14; Mateo 1:23; Lucas 1:35. A nacer en Belén, no tomó la naturaleza de Adán antes de la caída, sino la descendencia de Abrahán y de David. Juan 1:14; Romanos 8:3; Hebreos 2:14, 16, 17; Filipenses 2:7, 8; Romanos 1:3, 4; 2 Timoteo 2:8.

Cristo vino al mundo “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10); a vivir y morir para nuestra justificación y santificación (Romanos 5:9, 10; 1 Juan 1:9; Juan 17:19); a quitar nuestros pecados (Mateo 1:21; Juan 1:29; 1 Timoteo 1:15; 1 Juan 3:5); a redimirnos del castigo de la ley (Gálatas 3:13; 4:4, 5); a condenar el pecado en la carne, capacitándonos, a través del Espíritu Santo, a cumplir la justicia de la ley (Romanos 8:3, 4); a darnos un ejemplo de obediencia (Juan 15:10; 1 Pedro 2:21–24; 1 Juan 2:5, 6; Hebreos 5:8, 9); y a destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8).

Como hombre, Cristo fue tentado en todos los puntos como nosotros; aunque no conoció pecado. Marcos 1:13; Lucas 4:1, 2, 13; Hebreos 2:18; 4:15; Juan 14:30; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:22.

La muerte vicaria de Cristo en la cruz proporciona la parte sacrificial (la ofrenda de sangre) de la expiación por los pecados de la raza humana. Sólo los que aceptan esta provisión serán salvos. Isaías 53:1–12; Juan 3:14–17; 2 Corintios 5:19; Hebreos 9:22; 1 Pedro 1:18, 19; 1 Juan 1:7. La parte intercesora de la expiación es provista por la mediación de Cristo en el santuario celestial (Romanos 5:8–11; 8:34; Hebreos 8:12).

Naturaleza doble

“La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta”.— Mensajes Selectos, tomo 3, pág. 147.

“[Cristo] tiene una naturaleza doble: es, al mismo tiempo, humana y divina. Es tanto Dios como hombre”.— Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 6, pág. 1074.

“Las dos naturalezas se combinaron misteriosamente en una persona: el Hombre Cristo Jesús”. —Ídem, tomo 5, pág. 895.

“Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divinidad, se asía del trono de Dios. Como Hijo del hombre, nos dio un ejemplo de obediencia; como Hijo de Dios, nos imparte poder para obedecer”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 16.

Naturaleza divina

“Cristo era esencialmente Dios, y en el sentido más elevado. Era con Dios desde toda la eternidad, Dios sobre todo, bendito para siempre”.— Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 290.

“Al hablar de esta preexistencia, Cristo hace retroceder la mente hacia las edades sin fin. Nos asegura que nunca hubo un tiempo cuando él no haya estado en estrecha relación con el Dios eterno”.—El Evangelismo, pág. 446.

“Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 11.

“Cayó el silencio sobre la vasta concurrencia [de fariseos, gobernantes y pueblo]. El nombre de Dios, dado a Moisés para expresar la presencia eterna había sido reclamado como suyo por este Rabino galileo. Se había proclamado a sí mismo como el que tenía existencia propia, el que había sido prometido a Israel, ‘cuya procedencia es de antiguo tiempo, desde los días de la eternidad’ (Miqueas 5:2)”. —Ídem, pág. 435.

“Cuando la voz del poderoso ángel fue oída junto a la tumba de Cristo, diciendo: ‘Tu Padre te llama’, el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él. Quedó probada la verdad de sus palabras: ‘Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. . . Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar’. Entonces se cumplió la profecía que había hecho a los sacerdotes y príncipes: ‘Destruid este templo, y en tres días lo levantaré’ (Juan 10:17, 18; 2:19)”.

“Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Únicamente la Divinidad podía pronunciar estas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más humilde, todos son renovados por la Fuente de la vida. Únicamente el que es uno con Dios podía decir: Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo. En su divinidad, Cristo poseía el poder de quebrar las ligaduras de la muerte”. —Ídem, pág. 729.

“En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó y murió, esto habría sido imposible”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1088.

“El espíritu de Jesús durmió en la tumba con su cuerpo, y no se fue volando al cielo para existir allí por separado y contemplar a los apesadumbrados discípulos que ungían el cuerpo del cual había volado. Todo lo que comprendía la vida y la inteligencia de Jesús permaneció con su cuerpo en el sepulcro, y cuando salió era un ser completo. No tuvo que llamar a su espíritu para que viniera del cielo. Tenía poder para poner su vida, y para volverla a tomar”. —Ídem, pág. 1124.

“La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 489.

Naturaleza Humana

“Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia”. —Ídem, pág. 32.

“Cristo asumió la humanidad a un costo infinito mediante un proceso penoso y misterioso tanto para los ángeles como para los hombres. Ocultando su divinidad y dejando a un lado su gloria, nació como un niño en Belén”. —Alza tus Ojos, pág. 88.

“Cuando Jesús tomó la naturaleza humana y se convirtió en semejanza de hombre, poseía el organismo humano completo. Sus necesidades eran las necesidades de un hombre.

Tenía necesidades corporales que satisfacer, cansancio físico que aliviar. Por medio de oraciones al Padre se fortalecía para el deber y la prueba”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1104.

“Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal”.— Testimonios, tomo 2, pág. 182.

“La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma con Cristo, y mediante Cristo, con Dios. Esto ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre. Dio prueba de su humildad al convertirse en hombre. Sin embargo, era Dios en la carne. Cuando tratemos este tema, haríamos bien en prestar atención a las palabras pronunciadas por Cristo a Moisés en la zarza ardiente: ‘Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es’ (Éxodo 3:5)”.—Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 286.

Tentado en Todos los Puntos

“Revestido del manto de la humanidad, el Hijo de Dios descendió al nivel de los que deseaba salvar. En él no había ni engaño ni pecado; siempre fue puro e incontaminado; y sin embargo tomó sobre si nuestra naturaleza pecaminosa. Al revestir su divinidad de humanidad, para poder relacionarse con la humanidad caída, trató de recuperar para el hombre lo que Adán había perdido como consecuencia de la desobediencia tanto para sí mismo como para el mundo”. —The Review and Herald, 15 de diciembre de 1896.

“El corazón de Cristo fue atravesado por un dolor mucho más agudo que el que le causaron los clavos que atravesaron sus manos y pies. Estaba soportando los pecados de todo el mundo, sufriendo el castigo que nos correspondía —la ira de Dios contra la transgresión. Su prueba implicaba la terrible tentación de pensar que había sido olvidado por Dios. Su alma se vio torturada por la presión de las grandes tinieblas, por el temor de ser desviado de su rectitud durante la prueba terrible. Si no hay una posibilidad de ceder, la tentación no es tentación. La tentación se resiste cuando el hombre se ve poderosamente persuadido a cometer la acción errónea; y, sabiendo que él puede cometerla, resiste por la fe, aferrándose firmemente al poder divino. Esta fue la prueba por la cual Cristo pasó. No podía haber sido tentado en todos los puntos como el hombre es tentado, si no existiera la posibilidad de fallar. Él era un agente libre, puesto a prueba, como lo fue Adán, y como lo es todo hombre. En sus horas finales, mientras colgaba en la cruz, experimentó en mayor grado lo que el hombre debe experimentar al luchar contra el pecado. Comprendió cuán malo puede volverse un hombre al ceder al pecado. Comprendió la terrible consecuencia de la transgresión de la ley de Dios; porque la iniquidad de todo el mundo estaba sobre él”. —The Youth’s Instructor, 20 de julio de 1899.

“Cuando comenzó su ministerio, después de su bautismo, soportó un angustioso ayuno de casi seis semanas. No eran meramente las punzadas atormentadoras del hambre las que hicieron sus sufrimientos indeciblemente intensos, sino la culpa de los pecados del mundo que le oprimían tan fuertemente. El que no conocía pecado se convirtió en pecado por nosotros. Con este terrible peso de culpabilidad sobre sí debido a nuestros pecados resistió la espantosa prueba sobre el apetito, sobre el amor al mundo y al honor, y el orgullo de exhibirse que induce a la presunción”.—Testimonies, tomo 3,pág. 372.

Pero Sin Pecado

“Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual no descansó ninguna mancha de pecado”. — Mensajes Selectos, tomo 3, pág. 151.

“Sed cuidadosos, sumamente cuidadosos en la forma en que os ocupáis de la naturaleza de Cristo. No lo presentéis ante la gente como un hombre con tendencias al pecado. Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado como un ser puro y sin pecado, sin una mancha de pecado sobre él; era la imagen de Dios. Podía caer, y cayó por la transgresión. Por causa del pecado su posteridad nació con tendencias inherentes a la desobediencia. Pero Jesucristo era el unigénito Hijo de Dios. Tomó sobre sí la naturaleza humana, y fue tentado en todo sentido como es tentada la naturaleza humana. Podría haber pecado; podría haber caído, pero en ningún momento hubo en él tendencia alguna al mal”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1102.

“El príncipe de las tinieblas no halló nada en él; ni un solo pensamiento o emoción respondió a la tentación”.—Testimonios, tomo 5, pág. 398.

“[Cristo] debía ocupar su puesto a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza del hombre, pero no su pecaminosidad”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 7, pág. 924.

“No debiéramos albergar dudas en cuanto a la perfecta impecabilidad de la naturaleza de Cristo”.— Ídem, tomo 5, pág. 1105.

“Se mantuvo libre de corrupción, extraño al pecado; no obstante lo cual oraba, y a menudo con grandes clamores y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con nuestras necesidades, nuestras debilidades, nuestras flaquezas tan comunes para la humanidad. Era un poderoso peticionario, que no poseía las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero estaba asediado por flaquezas semejantes, tentado en todo sentido como nosotros. Jesús soportó una agonía tal que requería la ayuda y el apoyo de su Padre”.—La Maravillosa Gracia, pág. 167.

“Todo el pecado, la discordia y la contaminadora concupiscencia de la transgresión torturaban su espíritu”. —El Deseado de todas las gentes, pág. 86.

Podemos vencer de la misma manera

“Muchos que son presa de la tentación se excusan con el pretexto que la divinidad de Cristo le ayudaba a vencer, y que el hombre no tiene este poder a su favor. Pero éste es un error. Cristo trajo el poder divino al alcance de todos. El Hijo de Dios vino a la tierra porque vio que la fuerza moral en el hombre es débil. Él vino para llevar al hombre finito a una unión íntima con Dios. Al combinar el poder divino con su fuerza humana el hombre se convierte en un vencedor”.—The Youth’s Instructor, 28 de diciembre de 1899.

“Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió”.—El Deseado de Todas las Gentes, págs. 619, 620.

“Cuando somos tentados a cuestionar sobre si Cristo resistió la tentación como un hombre, debemos escudriñar las Escrituras buscando la verdad. Como sustituto y garante de la raza humana, Cristo se puso en la misma posición tocante al Padre que el pecador. Cristo tenía el privilegio de depender de la fuerza del Padre, y nosotros también”.—The Youth’s Instructor, 28 de diciembre de 1899.

“Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo. . . En Cristo, la familia de la tierra y la familia del cielo están ligadas”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 17.

La intercesión de Cristo

Después que murió en la cruz por nuestros pecados (1 Corintios 15:3), Cristo resucitó al tercer día (Lucas 24:19–24, 46; 1 Corintios 15:4); y, cuarenta días después, ascendió al cielo (Hechos 1:3, 11) para interceder por nosotros y completar la obra de expiación (Hebreos 9:24; 7:25;

Romanos 8:34; 1 Timoteo 2:5; Juan 14:6; Hechos 4:12). A través de los méritos de su sangre (Hebreos 9:11–14; Apocalipsis 7:14), la purificación del santuario y el borrado de los pecados (Hechos 3:19), comenzó en 1844 la fase final de la expiación (Daniel 8:14; Hebreos 8:1–4; 9:23), cuando fue abierto el lugar santísimo del santuario celestial (Apocalipsis 11:19).

“La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fué su muerte en la cruz”.— El Conflicto de los Siglos, pág. 543.

“El divino Intercesor aboga porque a todos los que han vencido por la fe en su sangre se les perdonen sus transgresiones, a fin de que sean restablecidos en su morada edénica y coronados con él coherederos del ‘señorío primero’ (Miqueas 4:8)”.— Ídem, págs. 537, 538.

“Cristo intercede por la raza perdida mediante su vida inmaculada, su obediencia y su muerte en la cruz del Calvario. Y ahora el Capitán de nuestra salvación intercede por nosotros no sólo como un solicitante, sino como un vencedor que exhibe su victoria”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 7, pág. 942.

C. EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo, el representante de Cristo y del Padre, es la Tercera Persona de la Divinidad. Él es, además de Cristo, el mayor de todos los dones de Dios a la humanidad; y a través de él, Cristo promete estar con sus seguidores. Juan 14:16–18, 23; Mateo 28:19, 20; 1 Juan 3:24; 4:12, 13; Efesios 3:16, 17; Romanos 8:9–11.

Una comparación entre Isaías 6:8–10 y Hechos 28:25–27 muestra que el Espíritu Santo es una parte diferenciada de la Deidad. Isaías 48:16. Mientras Cristo es nuestro Mediador ante el Padre (1 Timoteo 2:5), el Espíritu Santo hace intercesión por nosotros obrando en nuestro corazón. Romanos 8:26 (compárese con el verso 34).

La primera obra del Espíritu Santo es declararnos culpables de pecado y llevarnos a Cristo. Juan 16:8. Al aceptar a Jesús como nuestro Salvador personal, nos entregamos a la influencia y control del Espíritu Santo, que testifica de Cristo y produce arrepentimiento, conversión (nuevo nacimiento o regeneración) y santificación. Él continúa llevándonos a toda la verdad (obediencia), y nos convertimos en partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), teniendo la mente de Cristo. Juan 15:26; 16:8; 3:5–8; Tito 3:5; 1 Corintios 6:11; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:1, 2, 9, 14, 16; 2 Tesalonicenses 2:13; Gálatas 5:16, 25; Juan 16:13; 1 Corintios 2:10–16.

Antes que una persona pueda recibir los dones del Espíritu, debe llevar los frutos del Espíritu Santo en su vida (Gálatas 5:22–25; 1 Corintios 12:7–11).

El don del Espíritu Santo es la señal (garantía) de nuestra resurrección. La presencia del Espíritu de Dios en nosotros es el principio de la vida eterna. Romanos 8:9–11 (compárese con Juan 11:25, 26; 1 Juan 4:13; Efesios 1:13, 14).

Personalidad

El Espíritu Santo es a menudo definido como un poder procedente del Padre y del Hijo —un poder trabajando en y a través de los seres humanos. Miqueas 3:8; Lucas 1:35; 4:14; 24:49; Hechos 1:8; 1 Corintios 2:4.

Sin embargo, la Biblia también se refiere al mismo tiempo al Espíritu Santo como a una personalidad distinta. Ejemplos:

  1. El Padre es eterno, el Hijo es eterno, y el Espíritu Santo es eterno. Isaías 40:3 (Hebreo, compárese Mateo 3:3); Isaías 6:8–11 (Hebreo, ver Hechos 28:25–27; Hebreos 9:14; Éxodo 17:7).
  2. Él es un Consolador (Juan 14:26; 16:7).
  3. Él oye, habla, nos guía, y nos revela los eventos futuros (Juan 16:13; Lucas 2:26).
  4. Él nos advierte de pruebas y aflicciones futuras (Hechos 20:23; 21:11).
  5. Él nos enseña todas las cosas y trae a nuestra memoria las palabras de Cristo (Juan 14:26).
  6. Él llega a nosotros con prohibiciones y mandatos (Hechos 16:6; 13:2).
  7. Él da los mensajes al pueblo de Dios a través de los profetas (2 Pedro 1:21).
  8. Él tiene una mente (Romanos 8:27), una voluntad (1 Corintios 12: 7–11), y una capacidad para el amor (Romanos 15:30). Es susceptible de ser ofendido y contristado (Efesios 4:30), tentado (Hechos 5:9), y sufre la mentira (Hechos 5:3).
  9. Él escudriña todas las cosas, “aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:10, 11).
  10. Él glorifica a Cristo como Cristo glorificó al Padre (Juan 16:14; 17:1).
  11. Él intercede por nosotros (Romanos 8:26).
  12. Él se refiere a sí mismo como un individuo, usando los pronombres personales “yo” y “mí” (Hechos 13:2).

“Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es persona, anda en estos terrenos. (Extracto de un discurso dado a los alumnos del Colegio de Avondale, Australia)”.—El Evangelismo, pág. 447.

“[El Espíritu Santo] personifica a Cristo, sin embargo tiene una personalidad distinta”.—Manuscript Releases, tomo 20, pág. 324.

“El Espíritu Santo es un agente libre, activo, e independiente”.—The Review and Herald, 5 de mayo de 1896.

El Espíritu Santo comparte la omnisciencia y omnipotencia de la Divinidad.

“[Cristo] sabía que la verdad revestida con la omnipotencia del Espíritu Santo, habría de vencer la batalla contra el mal”.—Los Hechos de los Apóstoles, pág. 18.

“El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil. El poder del mal se había estado fortaleciendo durante siglos, y la sumisión de los hombres a este cautiverio satánico era asombrosa. El pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad, que iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino. El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo. Por el Espíritu es purificado el corazón”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 625.

“Nuestra santificación es la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 7, pág. 920.

“El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, poderes infinitos y omniscientes, reciben a aquellos que verdaderamente entran en la relación de pacto con Dios. Ellos están presentes en cada bautismo para recibir a los candidatos que han renunciado al mundo y han recibido a Cristo en el templo del alma. Esos candidatos han entrado en la familia de Dios y sus nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero”.—Ídem, tomo 6, pág. 1075.

“El Espíritu Santo formula toda oración sincera. Descubrí que en todas mis intercesiones, interviene por mí y por cada uno de los santos. Su mediación siempre estará fundamentada en la voluntad de Dios, y nunca tendrá el propósito de avalar lo que está en contra de sus designios. ‘El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad’ (Romanos 8:26). Siendo Dios, el Espíritu conoce la mente del Altísimo. Por lo tanto, en cada oración, ya sea en favor de los enfermos u otras necesidades, la voluntad de Dios ha de ser respetada. ‘¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios’ (1 Corintios 2:11). Si deseamos ser enseñados por Dios, deberemos orar conforme a su voluntad revelada, y estar dispuestos a someternos a sus designios, porque los desconocemos. Cada súplica debe estar de acuerdo con los deseos de Dios, confiando en su preciosa Palabra, y creyendo que Cristo se dio a sí mismo por sus discípulos. El registro dice: ‘Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo’ (Juan 20:22)”.— Recibiréis Poder, pág. 28.

La Naturaleza del Espíritu Santo

Aquí entramos en un asunto en el cual tenemos —como Moisés en el desierto— que quitar nuestros zapatos. El Señor nos dice a través de su siervo: “No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo. Cristo nos dice que el Espíritu es el Consolador, ‘el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre’ (Juan 15:26). Se asevera claramente tocante al Espíritu Santo, que en su obra de guiar a los hombres a toda la verdad, ‘no hablará de sí mismo’ (Juan 16:13).

“La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro”.—Los Hechos de los Apóstoles, págs. 42, 43.

A menudo se hace referencia al Espíritu Santo como a un poder procedente del Padre y del Hijo —un poder operando en los seres humanos y a través de ellos (Miqueas 3:8; Lucas 1:35; 4:14; 24:49; Hechos 1:8; 1 Corintios 2:4).

La naturaleza del Espíritu Santo continúa siendo un misterio para nosotros. Debemos prestar atención a la explicación de Deuteronomio 29:29: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”.

Función

“Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto”.—El Deseado de todas las gentes, pág. 623.

“Cristo, nuestro Mediador, y el Espíritu Santo, constantemente están intercediendo en favor del hombre; pero el Espíritu no ruega por nosotros como lo hace Cristo, quien presenta su sangre derramada desde la fundación del mundo; el Espíritu actúa sobre nuestros corazones extrayendo oraciones y arrepentimiento, alabanza y agradecimiento”.

—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 6, pág. 1077.

“Siempre que alguien renuncie al pecado, que es transgresión de la ley, su vida será puesta en conformidad a la ley, en obediencia perfecta. Ésta es la obra del Espíritu Santo”.—Testimonies, tomo 6, pág. 92.

“Si los hombres están dispuestos a ser amoldados, se efectuará la santificación de todo el ser. El Espíritu tomará las cosas de Dios y las imprimirá en el alma. Mediante su poder, el camino de la vida será hecho tan claro que nadie necesite errar”.—Los Hechos de los Apóstoles, pág. 43.

Poder en la resurrección

“Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 352. Léase Romanos 8:11.