EL MATRIMONIO
Dios vio que no era bueno que el hombre esté solo. Génesis 2:18. Por consiguiente, estableció la institución del matrimonio y enunció la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Dios mismo le dio una esposa a Adán como una compañera.
“Había dispuesto que hombres y mujeres se unieran en el santo lazo del matrimonio, para formar familias cuyos miembros, coronados de honor, fueran reconocidos como miembros de la familia celestial” (El Ministerio de Curación, pág. 275).
Según el plan de Dios en la relación matrimonial, todo hombre debe considerar a su esposa como su segundo yo, “hueso de” sus “huesos y carne de” su “carne”. Génesis 2:18, 23, 24; Marcos 10:6–8; Efesios 5:28, 29; Colosenses 3:19.
Aunque ha sido degradada por el pecado, esta institución divina debe restaurarse a su condición original entre el pueblo de Dios antes de la segunda venida de Jesús. Hechos 3:20, 21; Marcos 10:5–9.
Cuando el matrimonio es conducido de acuerdo a la voluntad de Dios:
a. Preserva la pureza moral de hombres y mujeres y asegura la felicidad de la humanidad. Hebreos 13:4; 1 Corintios 7:2–9; Salmo 128:1–6; Proverbios 5:18; 31:10–31.
b. Satisface las necesidades sociales de las personas. Génesis 2:18.
c. Eleva la naturaleza física, intelectual y moral de los seres humanos. Proverbios 18:22; 19:14; 1 Pedro 3:1, 7.
d. Asegura la supervivencia y multiplicación de la raza humana de una manera moral y saludable. Génesis 1:27, 28.
Ha sido el propósito de Dios desde el mismo principio que el voto matrimonial debe unir el hombre y la mujer entre sí mediante lazos indisolubles “para toda la vida”. Mateo 19:6; Marcos 10:11, 12; Lucas 16:18. Por lo tanto, el divorcio no está en armonía con la voluntad de Dios. Malaquías 2:14–16. En caso de separación, los dos deben permanecer solos hasta la muerte de uno de los esposos o hasta que ellos se reconcilien entre sí. Romanos 7:1–3; 1 Corintios 7:10–15, 39. (Mateo 5:32 y 19:9 son explicados en publicaciones separadas, demostrando que estos dos versículos no sancionan o defienden el divorcio y las segundas nupcias).
Los cristianos sólo deben unirse en matrimonio con aquellos de igual fe. El matrimonio con un incrédulo (no miembro) es un grave pecado y revela una separación de Cristo. Éxodo 34:12, 16; Deuteronomio 7:3, 4; Nehemías 13:23–27; 2 Corintios 6:14.
“Como hija de Dios, súbdita del reino de Cristo, comprada con su sangre, ¿cómo puede Ud. unirse con quien no reconoce sus requerimientos, que no está dominado por su Espíritu? Las órdenes que he citado, no son palabras de hombre, sino de Dios. Aunque el compañero de su elección fuese digno en todos los demás respectos (y me consta que no lo es), no ha aceptado la verdad para este tiempo; es incrédulo, y el Cielo le prohíbe a Ud. unirse con él. Ud. no puede, sin peligro para su alma, despreciar esta recomendación divina”.—Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 121.
“En la mente juvenil, el matrimonio es revestido de romance, y es difícil despojarlo de este rasgo con el cual lo recubre la imaginación, e impresionar la mente con el sentido de las pesadas responsabilidades involucradas en el voto matrimonial. Este voto une los destinos de dos individuos con lazos que nada sino la muerte puede romper”.—Testimonies, tomo 4, pág. 507.
Aunque la poligamia fue tolerada en los tiempos del Antiguo Testamento contrariamente al propósito original de Dios, en la Dispensación Cristiana solamente son aceptados matrimonios monógamos. 1 Corintios 7:2; Efesios 5:23, 33; Mateo 19:4–6; Malaquías 2:15.
“La poligamia se practicó desde tiempos muy antiguos. Fué uno de los pecados que trajo la ira de Dios sobre el mundo antediluviano”.—Patriarcas y Profetas, pág. 350.
La relación matrimonial representa la unión que existe entre Cristo y su iglesia. Isaías 54:4, 5; Jeremías 3:14; Efesios 5:24–28; Oseas 2:19, 20.
“Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como autor al Creador del universo. ‘Honroso es en todos el matrimonio’ (Hebreos 13:4). Fué una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral”.—Ídem, pág. 27.
“El vínculo de la familia es el más estrecho, el más tierno y sagrado de la tierra. Estaba destinado a ser una bendición para la humanidad. Y lo es siempre que el pacto matrimonial sea sellado con inteligencia, en el temor de Dios, y con la debida consideración de sus responsabilidades”.—El Ministerio de Curación, pág. 275.
Requisitos Previos
“Antes de asumir las responsabilidades del matrimonio, los jóvenes y las jóvenes deben tener una experiencia práctica que los haga aptos para cumplir los deberes de la vida y llevar las cargas de ella. No se han de favorecer los matrimonios tempranos. Un compromiso tan importante como el matrimonio y de resultados tan trascendentales no debe contraerse con precipitación, sin la suficiente preparación y antes de que las facultades intelectuales y físicas estén bien desarrolladas.
“Aunque los cónyuges carezcan de riquezas materiales, deben poseer el tesoro mucho más precioso de la salud. Y por lo general no debería haber gran disparidad de edad entre ellos. El desprecio de esta regla puede acarrear una grave alteración de salud para el más joven. También es frecuente en tales casos que los hijos sufran perjuicio en su vigor físico e intelectual. No pueden encontrar en un padre o en una madre ya de edad el cuidado y la compañía que sus tiernos años requieren, y la muerte puede arrebatarles a uno de los padres cuando más necesiten su amor y dirección.
“Sólo en Cristo puede formarse una unión matrimonial feliz. El amor humano debe fundar sus más estrechos lazos en el amor divino. Sólo donde reina Cristo puede haber cariño profundo, fiel y abnegado”.—Ídem, pág. 276.
Círculo Sagrado
“Aunque se susciten dificultades, congojas y desalientos, no abriguen jamás ni el marido ni la mujer el pensamiento de que su unión es un error o una decepción. Resuélvase cada uno de ellos a ser para el otro cuanto le sea posible. Sigan teniendo uno para con otro los miramientos que se tenían al principio. Aliéntense uno a otro en las luchas de la vida. Procure cada uno favorecer la felicidad del otro. Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor, será más bien su verdadero comienzo. El calor de la verdadera amistad, el amor que une un corazón al otro, es sabor anticipado de los goces del cielo”.—Ídem, págs. 278, 279.
Pureza y Felicidad
“Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido”. 1 Corintios 7:2.
“El matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza [humana]”.—Patriarcas y Profetas, pág. 27.
“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Hebreos 13:4.
Cada cristiano debe considerar cuidadosamente la guía contenida en la Biblia y en los Testimonios. 1 Corintios 6:18; 7:1–13, 27, 28, 39; Colosenses 3:18, 19.
“Alrededor de cada familia se extiende un círculo sagrado que no debe romperse. Nadie tiene derecho a entrar en este círculo. No permitan el marido ni la mujer que un extraño comparta las confidencias que a ellos solos importan”.—El Ministerio de Curación, pág. 279.
“Evite la primera aproximación al peligro. No se puede jugar con los intereses del alma. Su capital es su carácter. Aprécielo como si fuese un áureo tesoro. La pureza moral, el respeto propio, un gran poder de resistencia, son cosas que deben retenerse firme y constantemente. No debe haber una sola desviación de la reserva, pues un solo acto de familiaridad, una sola indiscreción, puede exponer el alma a la perdición al abrir la puerta a la tentación y debilitar el poder de resistencia”.—El Hogar Cristiano, pág. 367.
“¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su lealtad a sus votos matrimoniales! . . . Allí es donde muchos delinquen. Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo que Dios requiere; . . . A los hombres casados se me ha instruido que les diga: A vuestras esposas, las madres de vuestros hijos, es a quienes debéis respeto y afecto”.—Ídem, pág. 305.
“Si [nuestras hermanas] asumen esta actitud, no se verán molestadas por atenciones indebidas de parte de los hombres en la iglesia o fuera de ella. Todos sentirán que hay en derredor de estas mujeres que temen a Dios un círculo sagrado de pureza”.— Ídem, págs. 302, 303.
“Muchos padres no obtienen el conocimiento que debieran tener en la vida matrimonial. No se cuidan de manera que Satanás no les saque ventaja ni domine su mente y su vida. No ven que Dios requiere de ellos que se guarden de todo exceso en su vida matrimonial. Pero, muy pocos consideran que es un deber religioso gobernar sus pasiones. Se han unido en matrimonio con el objeto de su elección, y por lo tanto, razonan que el matrimonio santifica la satisfacción de las pasiones más bajas. Aun hombres y mujeres que profesan piedad, dan rienda suelta a sus pasiones concupiscentes, y no piensan que Dios los tiene por responsables del desgaste de la energía vital que debilita su resistencia y enerva todo el organismo”.—Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 264.
“Los que profesan ser cristianos. . . deben considerar debidamente el resultado de todo privilegio de la relación matrimonial, y los principios santificados deben ser la base de toda acción. En muchos casos, los padres. . . han abusado de sus privilegios matrimoniales, y al ceder a sus pasiones animales las han fortalecido. Llevar a los excesos lo legítimo constituye un grave pecado”.—El Hogar Cristiano, pág. 107.
“Al aceptar a Cristo como su Salvador personal, el hombre es colocado en la misma íntima relación con Dios como su amado Hijo, y disfruta de su favor especial. Al asociarse íntimamente con Dios es honrado y glorificado, y su vida está escondida con Cristo en Dios. ¡Oh, qué amor maravilloso! Esta es mi enseñanza acerca de la pureza moral”.—Exaltad a Jesús, pág. 291.
“La gracia de Cristo, y sólo ella, puede hacer de esta institución [el matrimonio] lo que Dios deseaba que fuese: un medio de beneficiar y elevar a la humanidad. Así las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, pueden representar a la familia de los cielos”. —El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 58.
La Inmoralidad SexualTodas las prácticas sexuales inmorales, como la homosexualidad, el lesbianismo, la bestialidad y el incesto son condenadas en la Palabra de Dios como una abominación. Romanos 1:26, 27; 1 Corintios 6:9, 10; Levítico 18:6–24; Judas 7.