EL MILENIO
El milenio comienza en la segunda venida de Jesús cuando los justos muertos son resucitados. 1 Tesalonicenses 4:13–16. Los impíos vivos serán destruidos entonces. 2 Tesalonicenses 1:7, 8; Isaías 11:4; Jeremías 25:31–33. Los justos serán llevados al cielo. Juan 14:1–3. Y Satanás será atado.
Durante el milenio, la tierra permanecerá en un estado de desolación, desprovista de habitantes humanos, y por lo tanto Satanás estará “atado” por una cadena de circunstancias durante mil años. Isaías 24:22; Jeremías 4:23–26; Apocalipsis 20:2, 3.
Durante mil años, mientras los santos reinarán con Cristo en el cielo, ellos juzgarán a los impíos. 1 Corintios 6: 2, 3; Apocalipsis 20:4.
La Desolación de la Tierra
“Ahora se realiza el acontecimiento predicho por el último solemne servicio del día de las expiaciones. Una vez terminado el servicio que se cumplía en el lugar santísimo, y cuando los pecados de Israel habían sido quitados del santuario por virtud de la sangre del sacrificio por el pecado, entonces el macho cabrío emisario era ofrecido vivo ante el Señor; y en presencia de la congregación el sumo sacerdote confesaba sobre él ‘todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío’ (Levítico 16:21). Asimismo, cuando el servicio de propiciación haya terminado en el santuario celestial, entonces, en presencia de Dios y de los santos ángeles y de la hueste de los redimidos, los pecados del pueblo de Dios serán puestos sobre Satanás; se le declarará culpable de todo el mal que les ha hecho cometer. Y así como el macho cabrío emisario era despachado a un lugar desierto, así también Satanás será desterrado en la tierra desolada, sin habitantes y convertida en un desierto horroroso”.— El Conflicto de los Siglos, pág. 716.
“[La tierra] se asemejaba a un desolado desierto. Las ciudades y las aldeas, sacudidas por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, descuajadas de sus asientos, habían dejado grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los desmochados peñascos que había lanzado el mar o se habían desprendido de la misma tierra. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. La desolada tierra iba a ser la habitación de Satanás y sus malignos ángeles durante mil años. Allí quedaría Satanás recluido, vagabundo y errante por toda la tierra para ver las consecuencias de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años iba a poder gozar del fruto de la maldición que había causado. Recluido en la tierra, no tendrá ocasión de ir a otros planetas para tentar y molestar a quienes no han caído. Durante todo ese tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Sus características malignas han estado en constante ejercicio desde su caída, pero se verá entonces privado de su poder y obligado a reflexionar con terror y temblor en lo que le reserva el porvenir cuando haya de penar por todo el mal que hizo y ser castigado por todos los pecados que hizo cometer”.—Primeros Escritos, págs. 289, 290.
El Juicio de los Malvados
“Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, se verificará el juicio de los impíos. El apóstol Pablo señala este juicio como un acontecimiento que sigue al segundo advenimiento. . . Entonces será cuando, como está predicho por Pablo ‘los santos han de juzgar al mundo’ (1 Corintios 6:2). Junto con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte”.—El Conflicto de los Siglos, págs. 718, 719.
Al final del milenio, nuestro Señor retorna a la tierra con los redimidos y un séquito de ángeles. Los impíos muertos serán resucitados y se levantarán con el mismo espíritu de rebelión con el cual bajaron a la tumba. La Nueva Jerusalén desciende del cielo, y Cristo, con los redimidos y los ángeles, entra en la ciudad santa. Zacarías 14:4. Satanás será liberado de su prisión, pero aún reclamará ser el legítimo dueño de este mundo, proponiendo a sus seguidores tomar posesión de la ciudad. Entonces bajará fuego de Dios sobre sus enemigos que los consumirá, sin dejar raíz ni ramas. Apocalipsis 21:1–5; 20:5, 7–9, 14; Malaquías 4:1; 2 Pedro 3:7–10; Ezequiel 28:18, 19.
La Segunda Resurrección
“Al fin de los mil años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Le acompaña la hueste de los redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad aterradora, manda a los muertos impíos que resuciten para recibir su condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que resucitaron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte. . .
“Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso. El profeta dice: ‘Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos’. ‘Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está frente de Jerusalen a la parte de oriente: y el monte de las Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle’. ‘Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre’ (Zacarías 14:5, 4, 9). La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad”.—El Conflicto de los Siglos, págs. 720, 721.
“Satanás consultó con sus ángeles y después con aquellos reyes, conquistadores y hombres poderosos. A continuación observó el nutrido ejército, y les dijo que los de la ciudad eran pocos y débiles, por lo que podían subir contra ella y tomarla, arrojar a sus habitantes y adueñarse de sus riquezas y glorias. Logró Satanás engañarlos e inmediatamente todos se dispusieron para la batalla”.— Primeros Escritos, pág. 293.
La Destrucción de los Malvados
“Entonces los impíos vieron lo que habían perdido, bajó sobre ellos fuego de Dios y los consumió. Tal fue la ejecución del juicio. Los impíos recibieron entonces lo que los santos, en unión con Jesús, les habían asignado durante los mil años”.—Ídem, págs. 53, 54.
“Dijo el ángel: ‘Satanás es la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya están consumidos raíz y ramas. Han muerto de una muerte eterna. Nunca resucitarán y Dios tendrá un universo limpio’ ”.—Ídem, pág. 295.