EL ORIGEN, LA NATURALEZA, Y EL DESTINO DEL HOMBRE

Dios hizo al hombre como un alma viviente, un agente moral libre, formado a la imagen de Dios, creado para su gloria. Génesis 1:26–28; 2:7; Salmo 8:4–6; Isaías 43:7. No fue dotado de inmortalidad natural e incondicional. Sólo obedeciendo a Dios y comiendo del árbol de la vida podía él perpetuar su existencia. Génesis 2:9, 16, 17. Debido a su desobediencia, perdió el derecho de acceso al árbol de la vida, perdió el objetivo de glorificar a su Hacedor, y fue separado de la fuente de vida. El pecado trajo la muerte a Adán y a todos sus descendientes. Génesis 3:19, 22–24; Eclesiastés 12:7; Isaías 59:2; Romanos 5:12, 17; Ezequiel 18:4; Romanos 6:23.

Hecho a la Imagen de Dios

“Dios creó al hombre conforme a su propia imagen. No hay en esto misterio. No existe fundamento alguno para la suposición de que el hombre llegó a existir mediante un lento proceso evolutivo de las formas bajas de la vida animal o vegetal. Tales enseñanzas rebajan la obra sublime del Creador al nivel de las mezquinas y terrenales concepciones humanas. Los hombres están tan resueltos a excluir a Dios de la soberanía del universo que rebajan al hombre y le privan de la dignidad de su origen. El que colocó los mundos estrellados en la altura y coloreó con delicada maestría las flores del campo, el que llenó la tierra y los cielos con las maravillas de su potencia, cuando quiso coronar su gloriosa obra, colocando a alguien para regir la hermosa tierra, supo crear un ser digno de las manos que le dieron vida. La genealogía de nuestro linaje, como ha sido revelada, no hace remontar su origen a una serie de gérmenes, moluscos o cuadrúpedos, sino al gran Creador. Aunque Adán fué formado del polvo, era el ‘hijo de Dios’ (Lucas 3:38)”.—Patriarcas y Profetas, pág. 25.

La Inmortalidad Condicional

“La inmortalidad prometida al hombre a condición de que obedeciera, se había perdido por la transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía; y no habría quedado esperanza para la raza caída, si Dios, por el sacrificio de su Hijo, no hubiese puesto la inmortalidad a su alcance. . .

“El único que prometió a Adán la vida en la desobediencia fué el gran seductor. Y la declaración de la serpiente a Eva en Edén —‘De seguro que no moriréis’— fue el primer sermón que haya sido jamás predicado sobre la inmortalidad del alma. Y sin embargo, esta misma declaración, fundada únicamente en la autoridad de Satanás, repercute desde los púlpitos de la cristiandad, y es recibida por la mayoría de los hombres con tanta prontitud como lo fué por nuestros primeros padres”. —El Conflicto de los Siglos, pág. 588.

“Mientras fuera inocente, Adán había gozado de abierta comunión con su Hacedor; pero el pecado produjo separación entre Dios y el hombre, y sólo la expiación de Cristo podía salvar el abismo, y hacer posible la transmisión de las bendiciones de la salvación entre el cielo y la tierra. El hombre tenía vedada la comunicación directa con su Creador, pero Dios se comunicaría con él por medio de Cristo y de los ángeles”.—Patriarcas y Profetas, pág. 53.

“Los ojos de Adán y Eva fueron abiertos, pero, ¿para qué? Para ver su propia vergüenza y ruina, para darse cuenta que el manto de luz celestial que había sido su protección ya no les rodeaba como una salvaguarda. Vieron que esa desnudez era el resultado de la transgresión. Cuando oyeron la voz de su Creador en el jardín, se escondieron de él; porque presintieron lo que antes no habían conocido —la condenación de Dios”.—The Signs of the Times, 29 de mayo de 1901.

“Después de su transgresión, Adán se imaginó al principio que entraba en un plano superior de existencia. Pero pronto la idea de su pecado lo llenó de terror. El aire que hasta entonces había sido de temperatura suave y uniforme pareció enfriar los cuerpos de la culpable pareja. El amor y la paz que habían disfrutado desapareció, y en su lugar sintieron el remordimiento del pecado, el temor al futuro y la desnudez del alma. El manto de luz que los había cubierto desapareció, y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no podían presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ángeles”.—Patriarcas y Profetas, pág. 40.

La Inmortalidad Solamente a través de Cristo

Como consecuencia de la caída de Adán, los hombres y las mujeres se volvieron mortales, sujetos a la muerte; y su posteridad nació con inclinaciones inherentes a la desobediencia. Salmo 51:5; Romanos 3:10–18; Marcos 7:20–23; Jeremías 17:9. Solamente a través de Cristo pueden los seres humanos librarse del pecado, restaurar en ellos el carácter de Dios y recobrar su posición original ante Dios (Mateo 5:48). Romanos 3:23–26; Hechos 4:12; Juan 8:36; 14:6; 2 Corintios 5:19; Tito 2:13, 14; 3:3–6.

Los que aceptan esta provisión, buscando la vida eterna, recibirán la inmortalidad en la segunda venida de Cristo, cuando los santos que duermen sean devueltos a la vida por la voz del Arcángel. Romanos 2:6, 7; 6:22, 23; 8:11; 1 Corintios 15:20–23, 51–54; 1 Tesalonicenses 4:13–17.

“En el Edén, el hombre cayó de su alto estado y a través de la transgresión quedó sujeto a la muerte. En el cielo fue visto que los seres humanos perecían, y Dios se conmovió de compasión. A un costo infinito ideó un medio de ayuda. ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Juan 3:16). No había esperanza para el transgresor excepto a través de Cristo”.—Testimonies, tomo 8, pág. 25.

“En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, él no podría resistir. Para hacer frente a esa fuerza, para alcanzar el ideal que en lo más íntimo de su alma reconoce como única cosa digna, puede encontrar ayuda en un solo poder. Ese poder es Cristo. La mayor necesidad del hombre es cooperar con ese poder”.—La Educación, pág. 26.

“Las enseñanzas de Cristo deben ser para nosotros como las hojas del árbol de la vida. Al comer y digerir el pan de vida revelaremos un carácter simétrico”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1109.

Los Muertos están Inconscientes

La muerte primera, a la cual todos estamos sujetos, es un estado de completa falta de vida y se representa como un sueño profundo. Eclesiastés 9:5, 6; Salmos 6:5; 115:17; 146:4; Eclesiastés 3:20; Isaías 38:18, 19; Juan 11:11–14.

Los Muertos están en la Sepultura

Al morir, una persona buena no va al cielo; y una mala no va al infierno (lago de fuego). Todos, sean buenos o malos, van a la sepultura. Job 7:9, 10; 14:10–14; 17:13–16; Eclesiastés 9:10; Salmos 89:48; 104:29; Hechos 2:29, 34; Daniel 12:13; Hebreos 11:13; Apocalipsis 11:18.

La Vida después de la Muerte sólo a través de la Resurrección

Los justos muertos serán resucitados. Job 14:14, 15; 19:25–27; Oseas 13:14; Hebreos 11:39, 40; Juan 11:38, 39, 43; 1 Corintios 15:51; 2 Timoteo 4:7, 8; Juan 11:25. En ocasión de la segunda venida de Cristo, serán llevados al cielo. 1 Tesalonicenses 4:13–17; Juan 14:1–3. Los impíos muertos no están en un lugar de tormento. 2 Pedro 2:9; Juan 5:28, 29. Serán resucitados al final del milenio. Apocalipsis 20:5, 6.

“Cristo presenta a sus hijos creyentes la muerte como un sueño. Su vida está oculta con Cristo en Dios, y hasta que suene la última trompeta los que mueren dormirán en él”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 486.

“Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna”.— Ídem, pág. 352.

“Nuestra identidad personal quedará conservada en la resurrección, aunque no sean las mismas partículas de materia ni la misma sustancia material que fue a la tumba. Las maravillosas obras de Dios son un misterio para el hombre. El espíritu, el carácter del hombre, vuelve a Dios, para ser preservado allí. En la resurrección cada hombre tendrá su propio carácter. A su debido tiempo Dios llamará a los muertos dándoles de nuevo el aliento de vida y ordenando a los huesos secos que vivan. Saldrá la misma forma, pero estará liberada de enfermedades y de todo defecto. Vive otra vez con los mismos rasgos individuales, de modo que el amigo reconocerá al amigo. No hay una ley de Dios en la naturaleza que muestre que Dios devolverá las mismas idénticas partículas de materia que componían el cuerpo antes de la muerte. Dios dará a los justos muertos un cuerpo que será del agrado de él. Pablo ilustra este tema con la semilla de cereal que se siembra en el campo. La semilla plantada se destruye, pero surge una nueva semilla. La sustancia natural del grano que se destruye nunca surge como antes, pero Dios le da un cuerpo como a él le place. Un material mucho mejor compondrá el cuerpo humano, pues es una nueva creación, un nuevo nacimiento”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 6, págs. 1092, 1093.

El Destino de los Malos

Después que los impíos sean juzgados (Apocalipsis 20:4), ellos sufren la segunda muerte (destrucción, exterminio, extinción o aniquilación) que tendrá lugar al final del milenio — los 1.000 años de Apocalipsis 20. Apocalipsis 20:9, 15, 14; Malaquías 4:1, 3; Salmo 37:9, 10, 20, 38; Abdías 15, 16.