El Bautismo

En vista de que hay solamente un Dios, un Señor, un Espíritu, una fe, una esperanza, y un cuerpo, puede haber sólo un símbolo (un tipo de bautismo, por inmersión) que represente el principio de una nueva vida y nuestra identificación con estos grandes aspectos del cristianismo y nuestra aceptación en el cuerpo de Cristo, la iglesia. Mateo 3:13–16; Efesios 4:3–6.

El bautismo es una señal externa que indica una purificación espiritual interior, una limpieza del pecado por la sangre de Cristo ya experimentada por el creyente que ha aceptado a Jesús como su Salvador personal. Aparte de esta relación con Cristo, el bautismo, como cualquier otro rito, es meramente una forma exterior sin significado. La muerte y sepultamiento del “viejo hombre”, así como la resurrección del “nuevo hombre” con Cristo, para una nueva vida en él, se representa mediante esta ordenanza. Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16; Romanos 6:3–9; Colosenses 2:12, 13; 1 Pedro 3:21; Efesios 4:22–24.

El bautismo es un pacto con Dios, mediante el cual el candidato declara públicamente que ha renunciado al mundo y ha decidido convertirse en un súbdito del reino de Cristo. Efesios 2:19; Colosenses 3:1–3; Hebreos 8:10–12.

Como los pecadores creyentes y arrepentidos son bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, demuestran que aceptaron el llamado para dejar el reino de las tinieblas, yendo al reino de la luz. Sus pecados han sido perdonados. Se han revestido de Cristo, se han puesto bajo la dirección del Espíritu Santo, y están listos para unirse con la iglesia visible de Cristo en la tierra. Por lo tanto, el bautismo es la señal de entrada en el reino espiritual de Cristo. Mateo 28:19, 20; Colosenses 1:13; 1 Pedro 2:9; 3:21; 1 Juan 1:9; Gálatas 3:27; 1 Corintios 12:13; Hechos 2:47.

La Biblia no enseña el bautismo infantil. Sólo los que han alcanzado la edad de ser responsables pueden bautizarse, siempre que hayan cumplido las siguientes condiciones: fe en Jesucristo como su Salvador personal (Marcos 16:16; Romanos 10:13, 14; Hechos 8:12, 36, 37; 18:8); completa instrucción acerca de la verdad (Mateo 28:19, 20; Hechos 8:35); arrepentimiento (Hechos 2:38); y conversión —una buena conciencia hacia Dios (1 Pedro 3:21).

“El bautismo es un rito muy sagrado e importante, y su significado debe comprenderse cabalmente. Significa arrepentirse del pecado e iniciar una nueva vida en Cristo Jesús. No debe haber indebido apresuramiento para recibir este rito”.— Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 391.

Después de la aprobación de la iglesia, el acto del bautismo es realizado por un obrero del evangelio ordenado y autorizado. Marcos 3:14.

El bautismo (del griego baptisma, sumergir o zambullir) es por inmersión en el agua, preferentemente en las corrientes de un arroyo o en un lago cristalino. Mateo 3:16; Hechos 8:38, 39; Juan 3:23.

“Cristo ha hecho del bautismo la señal de entrada en su reino espiritual. Ha hecho de él una condición positiva que todos deben cumplir si desean ser considerados bajo la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes que el hombre pueda hallar hogar en la iglesia, antes de cruzar el umbral del reino espiritual de Dios, debe recibir la impresión del divino nombre: ‘Jehová, justicia nuestra’ (Jeremías 23:6). Por el bautismo se renuncia muy solemnemente al mundo. Los que son bautizados en el triple nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, al comienzo mismo de su vida cristiana declaran públicamente que han abandonado el servicio de Satanás y que han llegado a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial”.—Ídem, pág. 389.

“Es la gracia de Cristo la que da vida al alma. Fuera de Cristo, el bautismo, como cualquier otro rito, es una forma sin valor. ‘El que es incrédulo al Hijo, no verá la vida’ (Juan 3:36)”.—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 152.

La Prueba de Discipulado

“Nadie puede depender de su profesión de fe como prueba de que tiene una relación salvadora con Cristo. No hemos de decir solamente: Yo creo, sino practicar la verdad. Conformándonos a la voluntad de Dios en nuestras palabras, nuestro comportamiento y carácter, es cómo probamos nuestra relación con él”.— Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 389, 390.

“Debe saberse si [los candidatos al bautismo] están simplemente tomando el nombre de adventistas del séptimo día, o si se colocan de parte del Señor, para salir del mundo y separarse de él y no tocar lo inmundo. Antes del bautismo, debe examinarse cabalmente la experiencia de los candidatos. Hágase este examen, no de una manera fría y manteniendo distancias, sino bondadosa y tiernamente, señalando a los nuevos conversos el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Háganse sentir a los candidatos para el bautismo los requerimientos del Evangelio”.— Ídem, pág. 393.

“No hay un examen lo suficientemente cuidadoso, piadoso y concienzudo al aceptar a los miembros en la iglesia. . . Hay una cosa que no tenemos derecho a hacer, y ésta es juzgar el corazón de otro hombre o impugnar sus motivos. Pero cuando una persona se presenta como candidato para ser miembro de la iglesia, hemos de examinar el fruto de su vida, y dejar la responsabilidad de sus motivos con él mismo. Mas debe ejercerse gran cuidado en aceptar miembros en la iglesia; pues Satanás tiene sus artimañas especiosas por medio de las cuales se propone atestar la iglesia de falsos hermanos por cuyo medio puede obrar con mayor éxito para debilitar la causa de Dios”.—The Review and Herald, 10 de enero de 1893.

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8).

“Juan exhortaba a esos hombres [fariseos y saduceos] a que hicieran ‘frutos dignos de arrepentimiento’; es decir, que mostraran que se habían convertido y que sus caracteres se habían transformado. . . Ni palabras ni simulaciones; los frutos —el abandono de los pecados y la obediencia a los mandamientos de Dios— son los que demuestran la realidad de un genuino arrepentimiento y una verdadera conversión”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1053.

El Rebautismo

Aunque el bautismo generalmente se realiza sólo una vez, una persona debe rebautizarse luego de arrepentida, si ha quebrantado su pacto con Dios por la apostasía. También hay un ejemplo de rebautismo por otros motivos además de la apostasía. Cuando Pablo encontró a algunos discípulos en Éfeso, ellos ya eran creyentes de la verdad y ya se habían bautizado con un bautismo correcto y de la manera correcta. Pero cuando recibieron un conocimiento más claro de la verdad, fueron rebautizados. Hechos 19:1–5. Las almas honestas, llegando al conocimiento de la verdad presente, reconocerán la necesidad de pasar por la puerta para entrar en el reino espiritual de Cristo.

“Cristo ha hecho del bautismo la señal de entrada en su reino espiritual”.—Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 389.

“Aquel que honestamente busca la verdad no pretextará ignorancia de la ley como una excusa por la transgresión. La luz estaba dentro de su alcance. La palabra de Dios es clara, y Cristo le ha pedido que escudriñe las Escrituras. Él reverencia la ley de Dios como santa, justa y buena, y se arrepiente de su transgresión. Por fe suplica la sangre expiatoria de Cristo, y se aferra de la promesa de perdón. Su bautismo anterior no le satisface ahora. Se ve a sí mismo como un pecador, condenado por la ley de Dios. De nuevo ha experimentado la muerte al pecar, y desea ser sepultado nuevamente con Cristo mediante el bautismo, a fin de resucitar para caminar en novedad de vida. Tal acción está en armonía con el ejemplo de Pablo al bautizar a los judíos convertidos. Esta circunstancia fue registrada por el Espíritu Santo como una lección instructiva para la iglesia”.—Sketches From the Life of Paul, pág. 133.

“Hermanos y hermanas, si habéis perdido vuestra semejanza con Cristo, nunca, nunca podréis estar nuevamente en comunión con Dios hasta que seáis reconvertidos y rebautizados. Debéis arrepentiros y ser rebautizados, y recibir el amor, la comunión y la armonía de Cristo”.—Sermons and Talks, tomo 1, pág. 366.“Hablo a nuestros hermanos dirigentes, a nuestros ministros, y especialmente a nuestros médicos. Mientras más permitan que el orgullo habite en sus corazones, más sentirán la falta de poder en su obra. Durante años han abrigado un espíritu malo, un espíritu de orgullo, un deseo de supremacía. De esta forma se sirve a Satanás, y Dios es deshonrado. El Señor requiere una reforma decidida. Y cuando un alma es verdaderamente reconvertida, deben permitirle ser rebautizada. Permítanle renovar su pacto con Dios, y Dios renovará su pacto con ella”.—Manuscript Releases, tomo 7, pág. 262.