LA CREACIÓN
La Biblia enseña que el universo y las variadas formas de vida fueron creados por Dios a través de Cristo de las cosas invisibles y que “la creación de Dios es sólo un depósito de medios listos para que él los emplee al instante” según su propósito (Lift Him Up, pág. 66). Hebreos 11:3; Salmo 33:6, 9; Génesis 1:1; 2:7; Job 26:7–14; 38:36; Isaías 45:18; Colosenses 1:16. Solamente podemos comprender algo del Dios invisible a través de las cosas visibles que él ha creado. Romanos 1:19, 20; Salmo 19:1.
Dios creó este mundo en seis días literales. Génesis 1:31; 2:1; Hebreos 1:2; Juan 1:3; Job 38:4–7; Éxodo 20:11.
Los seres humanos no pueden contar las estrellas, pero, Dios en su omnisciencia, cuenta y las llama a todas por su nombre. Salmo 147:4, 5; Isaías 40:26; Job 9:9.
Dios no sólo es el Creador sino también el Sustentador de las cosas que trajo a existencia. También hizo provisión, y continúa haciéndolo, a fin de sostener con alimentos a sus criaturas. Isaías 40:12; 42:5; Mateo 5:45; Hechos 17:24–28; Génesis 1:29, 30; Salmo 65:9–13; Mateo 6:25–30.
Cuando concluyó la obra de creación, todo era “bueno en gran manera”. Génesis 1:31; Salmo 8:1, 3, 9; Eclesiastés 7:29.
El universo, el mundo, la humanidad, el reino animal y el reino vegetal, son sistemas altamente organizados que no podrían venir a existencia por casualidad. Cosas que revelan un “propósito” determinado (tales como una mente para pensar, ojos para ver, oídos para oir) han venido de “manos” de una Inteligencia, un Ser omnisciente y omnipotente, a quien la Biblia llama Dios. La naturaleza revela claramente un plan, y donde hay un plan hay un diseñador. Una persona necesitaría ciertamente de mucha fe para creer que la agitación o rotación de un gigantesco tambor conteniendo millones de piezas de metal, durante un largo período de tiempo, produciría relojes, máquinas de escribir y computadoras; o que una explosión en una imprenta produciría una enciclopedia. Entonces, ¿cuánta más fe se necesitaría para creer que los seres humanos vinieron a existencia casualmente, por sí mismos, como resultado de una interacción inconsciente, sin sentido, y sin propósito de tierra-agua-viento-fuego y nada más? Por lo tanto, si alguien no cree en Dios, cree automáticamente que la casualidad ciega e impotente puede formar cosas muy complejas, como los seres humanos, el mundo y el universo. En otras palabras, se necesita más fe para no creer en Dios que para creer en él.
“Al formar el mundo, Dios no se valió de materia preexistente. Por el contrario, todas las cosas, materiales y espirituales, comparecieron ante el Señor Jehová a la orden de su voz y fueron creadas para el propósito de él. Los cielos y todo su ejército, y todas las cosas que contienen, son no sólo la obra de sus manos, sino que llegaron a la existencia por el aliento de su boca.” —Testimonios, tomo 8, pág. 270.
“Cuando salió de las manos del Creador, la tierra era sumamente hermosa. La superficie presentaba un aspecto multiforme, con montañas, colinas y llanuras, entrelazadas con magníficos ríos y bellos lagos. Pero las colinas y las montañas no eran abruptas y escarpadas, ni abundaban en ellas declives aterradores, ni abismos espeluznantes como ocurre ahora; las agudas y ásperas cúspides de la rocosa armazón de la tierra estaban sepultadas bajo un suelo fértil, que producía por doquiera una frondosa vegetación verde. No había repugnantes pantanos ni desiertos estériles. Agraciados arbustos y delicadas flores saludaban la vista por dondequiera. Las alturas estaban coronadas con árboles aun más imponentes que los que existen ahora. El aire, limpio de impuros miasmas, era claro y saludable. El paisaje sobrepujaba en hermosura los adornados jardines del más suntuoso palacio de la actualidad. La hueste angélica presenció la escena con deleite, y se regocijó en las maravillosas obras de Dios”.—Patriarcas y Profetas, pág. 24.