LAS LEYES DIVINAS

La Biblia presenta la ley moral, la ley ceremonial y otras leyes. Los escritores de los libros del Nuevo Testamento no siempre son específicos, pero entendemos por el contexto a que ley(es) se refieren.

“Dios dio a Israel un conocimiento claro y definido de su voluntad a través de preceptos especiales, mostrando el deber del hombre hacia Dios y hacia su prójimo. La adoración debida a Dios estaba claramente definida. Se estableció un sistema especial de ritos y ceremonias, que fortalecería el recuerdo de Dios entre su pueblo, y serviría de este modo como un vallado para guardar y proteger los diez mandamientos de su violación.

“El pueblo de Dios, a quien él llama su tesoro peculiar, fue privilegiado con un doble sistema de leyes: la moral y la ceremonial. Una, señalando hacia la creación a fin de recordar el Dios viviente que hizo el mundo, cuyas demandas son obligatorias para todos los hombres en cada dispensación, y que existirá a lo largo de toda la eternidad. La otra, dada debido a la transgresión de la ley moral por el hombre, cuya obediencia consistía en los sacrificios y ofrendas que señalaban a la redención futura. Cada una es clara y distinta de la otra. Desde la creación la ley moral fue una parte esencial del plan divino de Dios, y era tan inmutable como él. La ley ceremonial fue creada para responder a un propósito particular del plan de Cristo para la salvación de la raza. El sistema típico de sacrificios y ofrendas fue establecido para que a través de estos servicios el pecador pudiera discernir la gran ofrenda, Cristo. Pero los judíos estaban tan cegados por el orgullo y el pecado, que sólo unos pocos pudieron ver más allá de la muerte de aquellos animales, la expiación por el pecado; y cuando vino Cristo, a quien prefiguraban estas ofrendas, no alcanzaron a discernirlo. La ley ceremonial era gloriosa; era la provisión hecha por Jesucristo en consejo con su Padre, para ayudar en la salvación de la raza. Toda la distribución del sistema típico estaba fundamentada en Cristo. Adán vio a Cristo prefigurado en el inocente animal que sufre el castigo de su transgresión a la ley de Jehová”.— The Review and Herald, 6 de mayo de 1875.

A. LA LEY MORAL

Una Expresión del Carácter de Dios

La ley de Dios —la norma de toda justicia, la expresión de su mente, su carácter, su voluntad— es la representación de dos grandes principios: el amor hacia nuestro Creador y el amor hacia nuestro prójimo (Mateo 7:12; 22:36–40; Romanos 13:8–10).

Estos dos principios se resumen en diez mandamientos que, a su vez, se detallan en todos los derechos y estatutos morales contenidos en toda la Biblia (Génesis 26:5; Éxodo 15:26; Deuteronomio 4:1, 2, 6; Nehemías 9:13, 14).

“La ley de Dios es tan santa como él mismo. Es la revelación de su voluntad, el reflejo de su carácter, y la expresión de su amor y sabiduría”.— Patriarcas y Profetas, pág. 34.

Los principios del gobierno de Dios

El gobierno de Dios está basado en los sólidos, buenos, santos, perfectos y eternos principios de la verdad, la justicia y el amor revelados en su ley. Por lo tanto, todo lo que es contrario a estos principios es pecado (Salmos 89:14; 119:142, 172; 19:7; 111:7, 8; Romanos 7:12, 16; 1 Timoteo 1:8 [compárese con Santiago 4:17]; 1 Juan 3:4; Romanos 3:20).

Proclamada y Escrita por Cristo

La ley de Dios (también llamada la ley de Cristo) fue proclamada por nuestro Salvador en el Monte Sinaí (Éxodo 20:1–17) y fue escrita por su propia mano en dos tablas de piedra (Éxodo 31:18; Hechos 7:38 [compárese con Isaías 63:9; Malaquías 3:1; 1 Corintios 10:4, 9; Hebreos 12:24–26]; Deuteronomio 33:2; Éxodo 24:12; Deuteronomio 4:2, 12, 13; 5:4–7, 22). Es la misma ley que se dio al principio a Adán y Eva y a los patriarcas (Oseas 6:7; Génesis 4:7 [compárese con 1 Juan 3:4]; Génesis 26:5; Romanos 4:15; 5:12). Esta ley nunca debe confundirse con la ley ceremonial, y nada será quitado o agregado en ella. El Decálogo fue definido y explicado en los estatutos y derechos. Este fue la base del pacto que Dios hizo con su pueblo en el Sinaí (Éxodo 24:4, 7, 8; Hebreos 9:19, 20).

“Fue Cristo quién, en medio del trueno y el fuego, proclamó la ley en el monte Sinaí”.—El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 43.

Reivindicada por Cristo

Cuando Cristo estuvo en la tierra, no cambió ni abolió su ley —la ley de los diez mandamientos (Mateo 5:17–20). Al contrario, la magnificó, la reivindicó, la explicó, la enseñó, la hizo honorable, y reprendió a sus transgresores (Isaías 42:21; Mateo 5:21, 22, 27, 28; 7:12; 15:3; 19:17–19; 22:36–40; 23:2, 3; Lucas 10:25, 26; 16:17, 18; Juan 7:19).

Escrita en el corazón de los seguidores de Cristo

Bajo el Nuevo Pacto, el Espíritu Santo nos guía a toda la verdad, escribiendo la ley de Dios (la ley de Cristo) en nuestro corazón. Ezequiel 36:24–29; Jeremías 31:33 (Hebreos 8:10); 2 Corintios 3:3.

Enseñada por los Apóstoles

La ley moral de Dios, la ley de los diez mandamientos, tal como es en Jesús (Salmo 40:8), sigue vigente bajo el Nuevo Pacto como un espejo para nuestro examen de conciencia. Hechos 25:8; 24:14; Romanos 2:12–23; 3:19–21, 31; 4:15; 7:7–14, 22; 8:4, 7; 1 Corintios 7:19; 15:56; 1 Timoteo 1:9, 10; Santiago 1:22–25; 2:8–14; 4:11; 1 Juan 2:3–6; 3:4; 5:3; Apocalipsis 11:19; 22:14.

Los apóstoles la enseñaron como un valioso legado recibido de Dios a través de los judíos. Romanos 2:25–27.

“Cuando fue abierto el templo de Dios en el cielo, se vió el arca de su pacto. En el lugar santísimo, en el santuario celestial, es donde se encuentra inviolablemente encerrada la ley divina —la ley promulgada por el mismo Dios entre los truenos del Sinaí y escrita con su propio dedo en las tablas de piedra.

“La ley de Dios que se encuentra en el santuario celestial es el gran original del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco eran copia exacta”.—El Conflicto de los Siglos, págs. 486, 487.

“La ley moral nunca fue un símbolo o una sombra. Existía antes de la creación del hombre y durará mientras permanezca el trono de Dios”.—Mensajes selectos, tomo 1, pág. 282.

Cristo y la Ley: Inseparables

Cristo dijo que él vendría con la ley en su corazón. Salmo 40:8; Hebreos 10:8, 9. Por lo tanto, no podemos recibir la ley sin Cristo o Cristo sin la ley. Los dos son inseparables uno del otro. El fin (u objetivo) de la ley es mostrarnos nuestros pecados (Romanos 3:20; Santiago 1:22–25) y nos conduce al que llevó nuestros pecados, Jesucristo (Romanos 10:4; Gálatas 3:24). Cuando aceptamos a Cristo, él escribe su ley, el Decálogo, en nuestro corazón (Jeremías 31:33; Hebreos 10:16) y se vuelve natural obedecerla (1 Juan 3:6; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 274).

“La ley es un gran espejo a través del cual el pecador puede discernir los defectos de su carácter moral”.—The Signs of the Times, 18 de julio de 1878.

La norma del juicio

La ley de Dios es la norma por la cual serán juzgadas las acciones, palabras, intenciones y pensamientos de hombres y mujeres. Eclesiastés 12:13, 14; Romanos 2:12, 13; 3:19; Santiago 2:12.

“La ley de Dios es la regla por la cual los caracteres y las vidas de los hombres serán probados en el juicio”.—El Conflicto de los Siglos, pág. 536.

Estatutos y derechos

“[El Señor] hizo más que sólo darles [a Israel] los preceptos del Decálogo. El pueblo se había mostrado tan susceptible a descarriarse, que no quiso dejarles ninguna puerta abierta a la tentación. A Moisés se le dijo que escribiera, como Dios se lo había mandado, derechos y leyes que contenían instrucciones minuciosas respecto a lo que el Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes del pueblo para con Dios, a los deberes de unos para con otros, y para con los extranjeros, no eran otra cosa que los principios de los diez mandamientos ampliados y dados de una manera específica, en forma tal que ninguno pudiera errar. Tenían por objeto resguardar la santidad de los diez mandamientos grabados en tablas de piedra”.—Patriarcas y Profetas, pág. 379.

“Si el pueblo hubiera practicado los principios de los diez mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicionales que se le dieron a Moisés”.—Ídem, págs. 379, 380.

B. LA LEY CEREMONIAL

La ley ceremonial, que incluía el sistema de sacrificios y los siete sábados anuales (días santos judíos), tipificaba los misterios contenidos en el plan de salvación. Sus ritos señalaban al Salvador prometido. Fue abolida por la muerte de Cristo. Efesios 2:15; Colosenses 2:14–17 (compárese con Juan 19:30; Mateo 27:51); Hebreos 9:8–10; 10:1–6, 8. Aunque el propósito del enemigo es llevar a la gente a confundir la ley moral de Dios con la ley ceremonial, aplicando a la primera ciertos versículos que claramente se refieren a la última, podemos ver la distinción entre las dos.

La ley acerca del sacerdocio levítico también fue abolida. Hebreos 7:12–14, 19, 28.

“Se dio a Moisés la ley ceremonial, que fue escrita por él en un libro. Pero la ley de los diez mandamientos pronunciada desde el Sinaí había sido escrita por Dios mismo en las tablas de piedra, y fue guardada sagradamente en el arca. Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fué abolida; pero esto es pervertir las Escrituras. La distinción entre los dos sistemas es clara”.— Ídem, pág. 380.

“Muchos en el mundo cristiano también tienen un velo delante de sus ojos y su corazón. No ven con claridad lo que fue abolido. No ven que fue únicamente la ley ceremonial la que fue abrogada a la muerte de Cristo. Pretenden que la ley moral fue clavada a la cruz. Es denso el velo que oscurece su entendimiento”.—Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 281.“El deseo de Cristo fue . . . liberarlos de los ritos y las ceremonias que hasta ese momento habían practicado como esenciales, y que perderían su valor con la recepción del Evangelio. Continuar con esos ritos sería un insulto a Jehová”.—Comentario Bíblico ASD [Comentarios de Elena G. de White], tomo 5, pág. 1113.